Veo por televisión española la entrega de los premios “Princesa de Asturias”, en el espléndido  teatro de Oviedo. La realeza preside la entrega de reconocimientos a personalidades de la ciencia y el arte.

Escucho lo que se dice de cada homenajeado y me sorprende cuánta gente hace su aporte  para que vivamos en un mundo mejor; entre ellas, una científica argentina comprometida con el cuidado de  la naturaleza y el medio ambiente.

MI CASEROS Y SUS PEQUEÑAS GRANDES HISTORIAS

Se me ocurre entonces pensar en mi barrio y en tantas ¿pequeñas? historias que lo enriquecen y que, sin proponérmelo, voy descubriendo.

Al hacer las compras, siempre me cruzo con Julia Baldessare, vecina desde que tengo recuerdos. Y desde aquel tiempo de la infancia y juventud, siempre  llamaron mi atención  sus ojos, que va mucho más allá de su color azul claro. No sabía por qué me atraía tanto mirarla… y ahora, tantos años después, lo voy develando.

 La pantalla española me devuelve a la ceremonia. Hablan los homenajeados. Agradecen, exponen, describen los  motivos por los cuales fueron premiados: un director de teatro, una poeta social y feminista (creo que inglesa), un hombre de aspecto hindú que desarrolló una didáctica instrucción gratuita para jóvenes estudiantes por internet…

ESOS ETERNOS OJOS CLAROS

Y otra vez vuelve la imagen de Julia, cercana a los 90 años, cuando me encuentro con ella que sale de su casa con el changuito de las compras; el cabello corto, blanco y prolijo da marco a la sonrisa que ilumina  sus bellos ojos, y me detengo a hablar con ella.

 Me cuenta que nació en Capital y estudió en la escuela de las Hermanas del Niño Jesús de la Embajada de Francia, ya que uno de sus tíos  trabajaba allí, que en ese colegio aprendió muy bien a hablar esa lengua.  Cuenta que su abuelo los obligaba a hablar francés en la mesa, como una manera de dominar el idioma y tener ese conocimiento como herramienta para “cuando fueran mayores” y así fue; Julia trabajó desde muy jovencita como traductora en una editorial.

Cuando Julia nació, hacía un mes que su padre había fallecido, dejando a su esposa viuda, con tres hijos y embarazada. Fue para ella una infancia difícil. Su madre, se vio entonces obligada a llevar a algunas de sus hijas a vivir con la abuela.  Una fue Julia, que siendo ya jovencita, trabajaba cerca de su casa y los fines de semana viajaba  a Caseros a visitar a su madre. También en Caseros estaba  Joaquín, un joven  ferroviario que insistentemente la rondaba.  Al principio, ella se resistía  pero… muy enamorados se casaron en la Basílica de Lourdes cuando Julia tenía solo dieciocho años.

No puedo dejar de mirar la pantalla. En el escenario están Felipe, el rey; Letizia, la reina;  Sofía, la reina madre y las dos niñas: Leonor, ahora Princesa de Asturias, y su hermana menor, la Infanta.   Veo a la princesa como en tiempos de cuentos: rubia, de cabellos largos y ondulados cayendo a ambos lados de su cara, con un sencillo vestido de color claro, haciendo el discurso de la entrega. Éste es su primer acto oficial, un poco antes de cumplir sus catorce años.

JULIA

Me cuenta Julia como se desarrolló su vida de ahí en adelante. Ellos, una pareja muy joven, compartiendo la casa grande, con los suegros. Luego, los hijos: Miguel Ángel, Julia  y  Mario. Pero Joaquín, su Joaquín,  falleció de un infarto a los 57 años.

Julia viuda, junto a sus hijos, siguió viviendo en la casa grande de la calle De Tata, entre avenida San Martín y Lisandro Medina.

Comprometida con  la Iglesia, decide ir a misionar a Perú como parte de un grupo, trayendo nuevas experiencias y una Fe inquebrantable que la mantiene de pie. Catequista desde siempre, se prepara permanentemente para conocer cada vez más sobre Cristo.  Es ferviente creyente de la Palabra de Dios. Después de una grave enfermedad, muere su hijo mayor y Ella se repone, pensando que es una prueba más del Todopoderoso y sigue adelante.

Dos escenarios tan diferentes, pienso, alfombra roja, ceremonia oficial, protocolo en la pantalla de la tele y por otro lado, una casa sencilla, poblada por hijos y nietos en un barrio del conurbano, donde  siempre nos  abre la puerta una sonrisa color de cielo. Las pérdidas que ponen a prueba a Julia,  fortalecen su Fe.

Hay mucho para hablar de esta mujer única, pero ella no  quiere que se conozcan algunas cosas increíbles, que considera privadas.

Desde la pantalla, la científica argentina habla  del motivo que la lleva a trabajar a favor del cuidado del medio ambiente  y   emocionada, usa esos minutos de audiencia mundial, para concientizar a la gente sobre el tema que la preocupa. Siento orgullo por ella.

JULIA II

Julia va todos los días a Misa, dice que eso le hace recuperar la energía y la ayuda a vivir. Los  lunes visita un geriátrico donde es esperada ansiosamente. Allí, lleva la Palabra  de Dios: rezan juntos el Santo Rosario, les cuenta cuentos, cantan  y pasan una  hermosa tarde.

Durante muchos años, diría durante toda una vida, fue al sanatorio del barrio a dar de comer a los ancianos internados que no recibían visitas  y cuando   algún familiar quería darle un regalo, ella no lo aceptaba diciéndole: “No gracias, a mí me paga “el de arriba”, que es el más generoso”.

Hace algo más de un año, cuando salía a hacer las compras, un muchacho en moto  subió a la vereda, la tiró al piso y la golpeó para arrebatarle el monedero. Ese episodio fue para ella tan inesperado como  traumático. Se enfermó y el médico le  dijo que por su salud, no era conveniente  que siguiera yendo al sanatorio  a dar de  comer a los mayores, pero igual, no deja su misión de asistir al prójimo. Su consigna: que tu mano derecha ignore lo que da la izquierda.

 Termina la ceremonia en Asturias; Sofía, la reina Madre, abraza con ternura a la princesa Leonor cuando concluye su primer discurso, sus ojos claros se humedecen, como los de cualquier otra abuela… Además tuve la oportunidad de conocer importantes personalidades, cada uno con una maravillosa misión, apostando  a un mundo mejor.

 Ahora camino por las amadas calles de mi Caseros, pensando que si bien a veces hay hechos que nos indignan, como el joven que atacó a Julia, hay muchos más motivos rescatables, reconocidos o no, que nos demuestran que las personas buenas son mayoría, sólo que los hechos negativos se hacen notar más.

No sé por qué me dio por relacionar la sencilla historia de Julia, con la entrega de distinciones en el  lujoso teatro asturiano; es que de eso se trata, convivimos  en un mundo globalizado en donde tanto podemos conocer a valiosas personas que reciben un premio por sus logros en otro continente a miles de kilómetros, como enorgullecernos por conocer a Julia con sus ojos claros sembrando amor. Nada importa si uno de los hechos es visto por millones de espectadores, mientras que el otro se queda acá, en las calles del barrio.

Nelly Quintás