Pedro Camilo López Ferraro integró durante décadas la comisión directiva de la biblioteca Alberdi. También, fue socio fundador del Rotary Club Caseros y presidente de la Cooperadora de la escuela N° 45. Además, ejerció la presidencia del Centro de Jubilados del Banco Central (BC).

FIRMABA LOS BILLETES

En esta entidad bancaria desempeñó una carrera destacada accediendo al cargo de vicepresidente – tras ser gerente general – uno de los sitiales no políticos más encumbrados. Su firma aparecía impresa – junto a la del presidente del Banco Central – en los papeles moneda.

DE SAN LUIS A CASEROS

Pedro había nacido el 19 de octubre de 1921, en Villa Mercedes (San Luis). Era integrante de una familia muy humilde que se completaba con su hermano Dositeo, su madre Rosario Ferraro y su padre – también llamado Dositeo – quien fue ferroviario.

Junto a los suyos, llegó a Caseros, a sus siete años, y se instaló en una casa modesta de la calle Caseros, entre Urquiza y las vías.

Fue alumno de la escuela N° 8 y a sus dieciocho años, cuando inició su carrera en Ciencias Económicas, ingresó al Banco Central, entidad en la que trabajó hasta su jubilación.

PEDRO Y LA ALBERDI

Lector apasionado, desde su adolescencia estuvo ligado a la biblioteca Alberdi donde conoció al amor de su vida: Elsa Olga Vilela, con quien se casó, tras siete años de noviazgo, en Lourdes, el 26 de junio de 1948.

GRUPO ALFA

En la casa de libros, integró el recordado Ateneo Literario Filosófico Alberdi (ALFA), grupo juvenil que debatía con fervor distintos temas culturales.

Lo acompañaban, en las convocatorias intelectuales, Ernesto García, Luis Sanchís, Abel Stordeur, Víctor Salvador, Alfredo Ferro, Alejo Cardoso, Elida Fischetti, Catalina Tangari, Ofelia Cervetto, Hugo Gagliotti, Amílcar Herrera y los hermanos Torrea, entre otros.

Pedro y Elsa tuvieron dos hijos – Estela Beatriz y Jorge Alberto – y seis nietos: hasta el año ‘81, vivieron en Sarmiento, casi esquina Cafferata.

VIAJERO INCANSABLE

A lo largo de su trayectoria profesional, López Ferraro viajó por casi todo el planeta y conoció a personalidades de renombre internacional. Sin embargo, jamás perdió su bonhomía y sencillez. Tampoco se olvidó de su Caseros, su barrio de adopción, donde ejerció la presidencia de la biblioteca Alberdi hasta su fallecimiento, el 26 noviembre de 1997, a sus 76 años.