La señora de linda sonrisa que vende diarios y revistas en el andén sur de la estación Caseros es una cálida imagen de nuestro barrio.

Hasta hace poco tiempo la veíamos cumpliendo el reparto matutino por estas calles, ayudándose con un changuito y acompañada por el paso cansino de un galgo callejero conocido como “Flaco” o “el perro de la estación”.

 “Flaco ya no está más hace bastante… era muy querido, cuando murió, el párroco de La Merced lo nombró en una misa”, dice Claudia quien continúa, de lunes a lunes, como hace muchos años, al frente del puesto.

Por limitaciones físicas, dejó el reparto en manos de un empleado.

MANUEL

Claudia es oriunda de Ciudadela y era jovencita cuando cada mañana llegaba en el colectivo 289, a la estación Caseros, para abordar el tren.

“Yo, en ese tiempo, trabajaba en la zapatería Rigel, que estaba en San Miguel”, cuenta.

Así conoció a Manuel Lencina, un rosarino que había elegido a Caseros como destino de vida y tenía bajo su cargo el puesto de venta diarios de la estación.

“Yo le compraba El Arte de Tejer y él me prestaba Patoruzú o Las aventuras de Isidoro para que me entretuviera en el viaje”, recuerda Claudia con una sonrisa.

Una mañana, Manuel se animó y la invitó a tomar un café en el Bar Santa Ana (ex Pampa), ubicado en Andrés Ferreyra y Valentín Gómez.

A partir de entonces, el joven rosarino, se apostaba en el andén norte, para esperar a la muchacha que cada atardecer regresaba de San Miguel y galantemente la acompañaba en el colectivo que la llevaba de regreso a su casa.

“Los fines de semana, íbamos a pasear a la Capital, al teatro, al cine…”.

Se casaron en 1980 y fue así que Claudia dejó su Ciudadela natal para establecerse en Azcuénaga y Lisandro de la Torre.

El hogar de los Lencina se agrandó con la llegada de sus tres hijos – Eliana, Adriana y Diego – que obligaban a hacer malabares a la ex empleada de Rigel para atender el hogar y ayudar a su esposo en el puesto de venta de diarios.

La vida fue transcurriendo, los chicos crecieron y ya tienen sus propios hijos.

Estamos en la estación; Claudia mira hacia enfrente y describe: “Cuando empecé a venir, en esta esquina estaba el café Santa Ana, al lado (donde ahora se levanta la Untref) la fábrica de zapatillas Ellyseè, antes de llegar a 3 de Febrero, una casa con maquinitas para jugar y en la otra esquina, una disquería”.

Manuel falleció cuando concluía el verano de 2012, a sus 74 años.

Claudia decidió que el puesto de la estación continuara en marcha y se hizo cargo de toda la responsabilidad.

Cada madrugada, de lunes a lunes, se levanta a las cuatro y media y un remis la traslada hasta la estación. Allí recibe los paquetes de diarios, los acomoda en el puesto y espera que llegue el primer pasajero. Es entonces que regala su primera sonrisa del día.