Cuando pibe, Alfredito El Nene Salzano jugaba a la pelota en la cuadra de su casa de la calle Belgrano, entre avenida San Martín y David Magdalena.
En los años ’50, fatigó los pupitres de la Escuela 8 (actual 12) y, luego, los del Instituto Evangélico Americano, establecimiento educativo al que tenía ahí nomás de donde vivía, cruzando la avenida.
Hablamos del mismo Alfredito, del hijo de doña Ema y Pascual Alfredo, que todavía de pantalones cortos ya insinuaba la vocación que a lo largo de la vida lo convertiría en un afamado músico de trayectoria internacional.
¿CON QUIÉN EMPEZÓ SU LAUREADO RECORRIDO ARTÍSTICO, EL ALFREDITO?
Anote, vecino: con la orquesta de Dino Tuchi… sí, el mismo Dino que de noche era músico y de día se ponía al frente de su peluquería, ubicada en la esquina de La Merced y Caseros.
Alguna vez (ya consagrado) nos confió El Nene Salzano: “Yo me cortaba el pelo en lo de Tuchi; un día me ofreció tocar con él… agarré viaje porque me gustaba tocar y, encima, el tano, que era macanudo, me pagaba… yo tendría unos catorce años…”. Con don Tuchi, el pibe despuntaba su talento por José C. Paz, San Miguel, Pilar, Bellavista… “Dino conseguía muchos de esos laburos”.
¿QUIÉN ES HOY EL NENE SALZANO?
A sus 79 años, es un prestigioso pianista y compositor, jazzista eximio, fana de Chopin y Bill Evans, triunfador en EEUU, Australia, Corea, París… además es doble ganador del Premio Grammy .
Aclaremos con celeridad: aquel pibe de la calle Belgrano porta el nombre artístico de Pablo Ziegler, seudónimo con el que lo conoce el resto del planeta… Sólo aquí, en Caseros, se conoce la historia que vamos contando.
Cuando lo entrevistamos, años atrás, Alfredo – quien supo ser alumno de Galia Schaljman, condiscípula de Martha Argerich – ya cargaba sobre sus hombros una brillante trayectoria; por ejemplo, fue formador del terceto Música Clásica Jazz, conjunto apadrinado por Miguel Angel Merellano; musicalizador de obras del clan Stivel y de películas como “Adiós, Roberto” y “Tacos altos”; ya era músico de estudio que había grabado con Daniel Toro, Palito, Sandro, Serra Lima, Sergio Denis…
SU CORONACIÓN CON EL GRAN ASTOR
Sus manos de pianista tocaron el cielo cuando quien lo convocó fue el genial Astor Piazzolla para integrar el legendario quinteto que fue aplaudido en todo el mundo, a lo largo de más de una década.
Alguna vez, Alfredo recordó que “la primera vez que me junté con él, le pregunté por qué me elegía a mí, que era un músico que no tocaba tango, y él fue claro en su respuesta: ‘porque quiero algo distinto’. Astor siempre destacaba que lo que le interesó de mí, fue mi origen jazzero. Él buscaba esa característica y creo que funcioné bien en su música. Después de esa experiencia, que fue definitiva para mí, impulsé la idea de combinar jazz y tango con distintas formaciones hasta llegar al trío, que funciona a la perfección”.
Cuando lo entrevistamos, sus recuerdos sobre Caseros, permanecían intactos:
· “La casa de la calle Belgrano era de mi abuela. Ella tenía un piano y yo, desde chiquito, lo andaba tocando… Además, mi viejo era violinista… él tocaba en los cines de Caseros cuando las películas eran mudas. También, integró la Típica Columbia… fue un tipo muy tanguero, muy amigo de De Caro y Alfredo Gobbi. Yo tenía cuatro años cuando me mandaron a aprender piano con Dora Sculatti que tenía una sucursal del Conservatorio Williams, en la calle David Magdalena, entre Belgrano y Moreno”.
· “Jugaba a la escondida con Orlando, Bocha, Chiche Bonelli, Fernández, el Negro Carrizo…”.
· “Toqué en la confitería Lopresti (avenida San Martín y Urquiza), al lado estaba la heladería La Martita y después una especie de mercería, de la familia Anido”.
· “Mi médico era el doctor López que vivía sobre 3 de Febrero; el doctor Kusién era el que atendía a mis viejos… después apareció un muchacho de lentes que enseguida se hizo conocido (Enrique Turkienicz)…”.
· “Era habitué del club 9 de Julio donde iba Mirta Desimone, una noviecita platónica, y las chicas de Martínez”.
· “Con mi amigo Albertito Camba que tocaba la trompeta, armamos una orquesta dixieland… tocamos en las confiterías Borussia y Astoria… “Los Little Rambler”… así nos llamábamos. En Caseros, tocábamos en una confitería que había en avenida San Martín y La Merced (situada en la parte de arriba del actual Per Voi)”.
Alfredo (cuando era El Nene, claro) tras un paso frustrado por Medicina y, luego de la colimba, para llegar a fin de mes se la rebuscaba “vendiendo figacitas en un mostrador de San Martín o refaccionando locales porque de algo tenía que vivir… hasta trabajé en la Municipalidad de Tres de Febrero”, recordó.
También relató que en la época en que las disquerías se cansaban de vender temas de Los Wawancó, “formé con unos muchachos de Caseros y San Martín, un conjunto tropical: La Charanga Colombiana”.
Cuando recibió por segunda vez el premio Grammy (al mejor álbum de Tango) nuestro ex vecino subrayó ante distintos medios que esta distinción tenía un sabor especial porque “es algo distinto que va más allá del jazz de siempre (…) de alguna manera vinimos a romper la idea imperante de latón jazz, como género que hasta entonces tenía que ver fundamentalmente con Cuba, con Centroamérica, con algo de Brasil… Con Jazz Tango se abre una nueva puerto para la música de Buenos Aires”. Y agregó: “El tango siempre logra reinventarse y dar muestras de vitalidad. Si no es por la música, es por el baile”.
La obra de Ziegler se destacó especialmente porque fue galardonada en una jornada donde el rap y el rhythm and blues (R&B) registraron el consumo musical de esos tiempos. En la misma velada, también fueron premiados figuras como Shakira y Rubén Blades. “Estoy en la gloria, realmente. Este Grammy a Jazz Tango posiciona de una manera indudable a la música argentina, y sobre todo al tango, en la gran industria mundial de hoy”, apuntó el ex pianista de Dino Tuchi.
En marzo de 2019, nuestro vecino fue declarado “Personalidad destacada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”. Los mencionados son apenas algunos de los reconocimientos que obtuvo a lo largo de su prestigioso recorrido artístico… Pero quien hoy camine por la vereda par de la calle Belgrano, entre la avenida y David Magdalena, a la altura de la casa de su abuela (actualmente, un edificio) es posible que algunos duendes le susurren: “Aquí, es aquí donde empezó la leyenda”.