Fue el sábado 30 de junio de 1934 cuando nuestro barrio quedó estupefacto ante el increíble vuelo del Graf Zeppelin.
El dirigible teutón sobrevoló – en su vuelo hacia Campo de Mayo – los techos caserinos poblados de vecinos apenas capaces de soportar tanto asombro,
No era para menos: el aparato era un coloso del aire; maravillaban sus 236 metros de largo y 30,5 de diámetro. Procedente de Río de Janeiro, el dirigible irrumpió en estos pagos y luego de sobrevolar la Capital – ante el también estupor porteño – enfiló para Campo de Mayo. En ese rumbo es que surcó nuestro cielo.
TESTIMONIOS DE NUESTROS VECINOS
MIGUEL CASTRONUOVO
“Recuerdo que estábamos todos avisados y desde temprano lo estábamos esperando. Con mi mamá y mi hermanita, subimos arriba del techo de zinc de mi casa, en Olavarría casi Tuyú (actual Garay). Todos los vecinos estaban arriba de los techos. Pasó volando como si viniera de Devoto, de Alianza y se fue para Palomar. Allí me parece que hubo como un griterío de bienvenida… yo lo podía escuchar desde mi casa porque casi todo era campo: de Pedriel para allá había una o dos casas por manzana. Calculo que pasó a unos 200 metros de altura. Fue todo un suceso. Algunos decían que era cosa de magia pero la mayoría decía cosas positivas, salvo los viejos que a todo le encontraban un ‘pero’… al final, tuvieron razón porque los dirigibles se dejaron de fabricar”.
ALBERTO NOYA
“Yo estaba con mi hermano y mi mama en la puerta de casa, en Cafferata, entre Sarmiento y 3 de Febrero; la calle era de tierra, por supuesto. Cosa de pibes: recuerdo que agarré una toalla y le apunté al cielo para ‘medir’ la dimensión del dirigible que pasaba lentamente. Era un día muy claro, luminoso, no había ni una nube y todo el mundo estaba levantado. El Zeppelin era de color gris plateado. También recuerdo que, por Mitre, había un montón de coches que iban para el lado de Campo de Mayo… ”.
RICARDO “EL NEGRO” ANDREA
“Cuando el Zeppelin iba para Campo de Mayo, la ‘ruta’ (avenida Mitre) se llenó de autos…había tantos autos que algunos se quedaron empantanados fuera del camino, era impresionante la cantidad de coches. En Mitre, entre Hornos y Olavarría estaba la fábrica “Madrigano” de muebles de estilo provenzal. Al capataz de la fábrica – don Gualterio Bolognini– se le ocurrió exhibir los muebles en la calle… tuvo tanto éxito que la fábrica empezó a crecer muchísimo. El dueño –Francisco Madrigano– le dijo a Gualterio: “Vos trajiste prosperidad, así que ahora te vamos a llamar “Próspero”… y por Próspero lo conocimos todos al Gualterio”.
FERNANDO LARUMBE
“Mi abuelo nos llamó para que corriéramos pues desde su dormitorio se veía la imponente silueta del colosal dirigible alemán. El sol iluminaba su inmensa superficie plateada. Era el vehículo aéreo más grande construido por el hombre, hasta ese momento. En esa época, en las escuelas primarias había clases de lunes a sábados, de manera que fui a la escuela, la entonces N° 8 (3 de Febrero y Belgrano) donde, por haber ese día pocos alumnos, nos dejaron ir a la terraza para disfrutar del espectáculo. Así gozamos gran parte de esa mañana sin pensar en la sorpresa que nos aguardaría al regresar: ante la aparente inactividad de la escuela, habían hecho su “incursión” algunos tomadores de lo ajeno y nos quedamos sin útiles”.
En Campo de Mayo, esperaban al dirigible 300 conscriptos, quienes corrieron a sujetarlo, porque como no había torre hubo que recurrir a este esfuerzo humano. Los muchachos se prendieron de todo lugar posible… A las 8,47 – así dice la crónica periodística – se posó en terreno argentino.
El comandante de la nave, recibió el saludo de, entre otros, el presidente de la Cámara de Diputados, doctor Manuel Fresco, acompañado por altas autoridades de la aeronáutica civil y militar.
El Graf Zeppelin estuvo “en tierra” durante una hora y tres minutos. Y se fue para nunca más volver.