Abría sus puertas en Sarmiento y Guaminí. Lo atendían don Joaquín Marti y la “gallega Rosalía”.

Durante un tiempo, Juan Estevo (Juancito) trabajó como dependiente. Fue él quien alguna vez lo recordó en un poema del que reproducimos algunos fragmentos:

“La memoria me convida, / calles de tierra, un zanjón, / el banco de aquella esquina / y por Guaminí un portón”.

Estevo recordó: “Un viejo farol ilumina / cuando el sol ya no daba/ y el despacho de bebidas/ donde por Sarmiento se entraba.

También: “Y entra en acción el barrido,/ el aserrín desparramado / deja el piso bien pulido / donde la escoba ha pasado”.

Suma: “En un lugar, formando hilera, / las latas de galletitas, / en el mostrador la fiambrera / y un escaparate de baratijas”.

Tras señalar que “… llaman a despachar / buena mano hay que tener / todo suelto, todo a pesar / y buenos dedos para envolver”.

Abunda: “Viejo mostrador estañado / y su canilla para lavar / cuántas curdas han pasado / cuántas penas a olvidar”.

Las barajas… “El truco llama a reunión / de disputar en la mesa / el título de campeón / por la copa o la cerveza”.

Tras evocar un banco que “barriles soportaba de aquel tinto y su pureza/ que el agua bautizaba” y luego de trazar algunas pinceladas descriptivas, el autor culmina con afecto: “En mi corazón siempre estarán / don Joaquín y la Rosalía / y en el cielo cantarán / ¡Vamos, gallegos, todavía”.