Jura una vecina de la calle De Tata: “Una vez los vi. Los conté; no eran tres, eran dos…”.
Agrega cómplice: “Al tercero nunca lo vi… me parece que lo dejaban al cuidado los camellos”.
Detalla mientras barre la vereda: “Se las arreglaban para que siempre hubiera algo en mis zapatitos. Lo mínimo, lo que fuere…”.
Con sigilo, desliza: “Aunque poco hubiera en casa, ellos lograban que haya lo que para nosotros era todo…
“Nunca, nunca olvidaré a los dos reyes magos que vi.
“Seguro que ustedes también lo vieron, saben quiénes son, saben que son más magos que reyes.
“Acérquense a sus reyes (ustedes saben que los tienen cerca), denles un beso en la frente y si ya no los tienen con ustedes, sepan que desde un cielo hermoso siguen viajando para seguir entregando ilusiones y sonrisas…
“Agradézcanle la herencia porque son ahora ustedes quienes se han convertido en reyes y en magos. Y lo mejor que pueden dejarles a sus hijos es esa magia que los convertirán en reyes y en magos…
“Y tal vez, dentro de unos años, también sean ustedes quienes recibirán ese beso en la frente… y ojalá sea así hasta el fin de los tiempos…”.
(anónimo)