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“Estuve hecho un manojo de nervios”

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Tras jugar 39 partidos el equipo de Lisandro de la Torre y Urquiza obtuvo el campeonato de primera B y ascendió de categoría. Hugo Giménez, reconocido hincha del club, escribió en Caseros y su Gente, que así vivió la jornada:

TARDE DEL SÁBADO 22 DE JULIO DE 2000 (hoy, 25º aniversario)

Desde temprano, muy temprano, estuve hecho un manojo de nervios. Tras seguir la campaña de Estudiantes por todas las canchas de Primera B, iba a cumplir mi sueño: ¡Salir campeones y dar la vuelta olímpica en Caseros, mi barrio!.

Casi 10.000 hinchas presenciamos al borde del infarto, el partido con los verdes de Junín. Tras la victoria por 3 a 1 en el encuentro de ida, la revancha parecía solo un trámite más.

Aun perdiendo por dos goles le decíamos chau a la categoría.

A los 33′ del primer tiempo, gol de Sarmiento. Las piernas nos empezaron a temblar. En el segundo tiempo, el equipo de Finaroli salió como malón. A los 21′, penal para ellos, Nanni se perfila y ¡Grande! mi tocayo Hugo Giménez, ataja el disparo. También ataja el rebote. Ahora, sí. Ahora, sí. Pero, no. A los 26’, nos expulsan a Ruiz y a los 27′, Di Prinzio clava el segundo.

Perdíamos dos a cero, faltaba casi medio tiempo y estábamos con diez jugadores. Coramina para todos. Se venía la noche más negra. Alci, mi esposa, lloraba.

Primerano, el nueve de Junín, casi nos finiquita con un zapatazo que se fue apenas por arriba del travesaño…

El pitazo del árbitro dio por finalizado el sufrimiento y dio piedra libre al desahogo que aturdió a Caseros y alrededores. El grito de ¡Dale campeón! ¡Vamos, matadores! fue la catarsis de tanta angustia amontonada a lo largo de 90 minutos.

Habíamos perdido dos a cero pero… ¿a quién le importaba el resultado? La nochecita ya se acercaba pero el estadio estaba iluminado con los imponentes fuegos artificiales que pagó la hinchada.

 Los hinchas merecen un párrafo aparte por sus canciones, banderas, bombos, globos, disfraces y, sobre todo, su fidelidad absoluta. Fueron parte fundamental en la obtención del campeonato. El equipo sufrió mucho, peleó mucho y demostró ser un digno campeón. El domingo por la mañana, las canciones y los gritos de aliento todavía envolvían mis sentimientos. Salí a buscar el OLE. No lo pude conseguir. Deduje que muchos hinchas querían tener un recuerdo del campeonato. Me entretuve en observar los pasacalles y las paredes pintadas frente a las vías que preanunciaban la esperanza ya concretada. No fue un sábado más, fue un día inolvidable. Los nervios y la pasión se mezclaron por este Estudiantes de Buenos Aires, un club de (por entonces) 102 años que merecía regresar al Nacional B.

HUGO GIMÉNEZ

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