Nuestra geografía tiene historia futbolística. Fueron estas calles testigos de gambetas del diablo, de estroladas temerarias y golazos de leyenda.
Fue en estos pagos donde jugaron a la pelota nenes como el Cholo Simeone, el Monito Zárate, Carone, los hermanos Onnis, Geroni, Togneri, El Turu Flores, Tedeschi, Néstor Omar Píccoli, los hermanos Islas…
También la rompió un vecino de la calle Constitución, entre Moreno y La Merced: El Colorado Verna.
“Entré a jugar en el Jota Jota, allí por el ’48. En el ’50, agarré la primera y seguí hasta el ’56. Después jugué en Platense, Defensores de Belgrano y Colegiales…”, nos contó, el Colorado, años atrás.
Herminio Leonardo Verna era del ’31 y durante un tiempo “viví en la calle Paraíso (actual Petkovic), a media cuadra de avenida San Martín. Cuando tenía siete años, nos mudamos a Hornos y Moreno”, nos dijo.
Riguroso paso por la escuela N°8 hasta tercer grado y luego a la 38 “cuando esta escuela se ubicaba en Villarino (hoy, Lisandro de la Torre) y Belgrano, donde ahora hay una panadería… nos sacaron de la 8 porque el aula donde cursábamos nosotros estaba en la parte de arriba y había que subir por una escalera caracol; resulta que cayó una inspección y determinó que ese salón debía clausurarse”.
Pero mientras luchaba contra la tabla del siete y los diptongos, el Herminio purrete ya atormentaba zapatillas.
“Jugaba todos los días a la pelota, en Moreno, entre Constitución y Caseros, junto al petiso Pennella, Cordero, Sacchi… pateábamos la pelota de veinte guita. De la mañana a la noche, en plena calle… total, pasaba un auto cada muerte de obispo. Recuerdo que armamos un equipo – el Racing de Caseros – que también lo integraban “Yira”, Juan Castronuovo, Cobián, Valardini… Después pasamos al Unión donde habíamos formado un lindo equipo junto a Geroni, Tedeschi, Orsi, Barbuzzi… Con el tiempo, ingresé al Jota Jota”.
Verna calzó siempre la camiseta número dos. Quienes lo vieron en cancha destacan su juego recio pero leal. Tal vez, no muy sutil; pero compensaba su poca exquisitez con su temple contundente y un despliegue entusiasta. Como buen colorado, era chinchudo. Y los rivales iban a “buscarlo” porque conocían que engranaba fácil.
“Algunos me escupían, me insultaban o me pegaban de atrás… y la verdad, la verdad, yo no me la aguantaba”.
Tiempos de árbitros ingleses y dos por tres, Herminio enfilaba tempranito para el lado de los vestuarios.
“No podía tolerar las injusticias, yo iba fuerte pero de frente. Una vez fuimos a la cancha de Colegiales; para nosotros, jugaba de wing un pibe de dieciséis años… resulta que empieza el partido y, al ratito nomas, un defensor de ellos lo revolea por el aire y lo saca del campo de juego. Me quedé con la sangre en el ojo. En cuanto lo tuve a tiro a ese defensor le encajé un patadón terrible. Cómo habrá sido que hace un tiempito nos volvimos a ver y me dijo riéndose: ‘Te acordás del despelote que armaste con esa patada que me pegaste’. Habían pasado más de treinta años y todavía se acordaba!”.
Las crónicas de aquellos tiempos destacaban su temperamento; una de ellas lo define como “el formidable Verna”. Sus actuaciones con la camiseta celeste le valieron ser elegido como el capitán de la selección de la divisional.
“Competimos contra Uruguay y le ganamos aquí y allá. En ese equipo jugaba Federico Sachi, quien para aquella época integraba el Tiro Federal Argentino”.
Corría 1956 cuando José D’Amico le echó el ojo al muchacho de Caseros y se lo llevó para Platense donde compartió divisa con Martín Pando y el “Marqués” Rubén Sosa.
Luego, el Colorado pasó a Defensores de Belgrano, equipo con el que dio la vuelta olímpica y ascendió a Primera “B”. Fue en esta división que le disputó el balón a jugadores de la talla de Raffo, Martinoli, Zubeldía, Luis Suárez, Puppo…
Paralelamente, Herminio trabajaba en los talleres Alianza y se prendía en los partidos nocturnos que se jugaban en Mataderos, Luján, San Miguel… Torneos que se jugaban a cara de perro y donde fácilmente se terminaba a los sopapos.
“Prácticamente jugaba todos los días… en ese tiempo, el cuerpo aguantaba”.
En el ’62, pasó a defender los colores de Colegiales. En ese equipo, metió el gol de su vida.
– ¿Cómo fue, Herminio?.
– Perdíamos tres a cero ante Villa Dálmine. A los 30′ y a los 38′ del segundo tiempo, descontamos y nos pusimos tres a dos. Ya finalizaba el partido y hubo un tiro libre a nuestro favor en mitad de cancha. Pateé y la pelota se coló en un ángulo.
– La verdad: ¿Pateó al arco?.
– Bueno, La verdad que quise tirar centro, pero me salió un sablazo bárbaro.
Si bien los rivales se achicaban ante la estampa ganadora de Verna, la que no arrugó fue la bella Elsa Novellino, quien lo bailó para el resto de su vida. El matrimonio tuvo dos golazos: Daniel y Horacio.
A principio de los ’60, Herminio ingresó en la Fiat, donde trabajó en los talleres y, por supuesto, integró el equipo de la empresa. Poco a poco fue colgando los botines y cuatro o cinco años despejó el último centro.
Luego, manejó un taxi en la estación y es seguro que se detenía cuando una pelota se interponía en su camino.
El día que se organice el picado histórico de Caseros, el Colorado se calzará la camiseta número dos. Que esa tarde se cuiden los delanteros atrevidos.