Juan Carlos Pocho Berro tiene aproximadamente ocho años, acaba de salir del Paramount donde no se pierde ni un solo miércoles las películas seriadas.

Es probable que su héroe haya quedado al borde un precipicio o que la bella dama (de la que está profundamente enamorado) esté atada a las vías del tren, puede que haya quedado pendiente la resolución de un duelo de titanes…todo esto, puede.

Pero lo que sí es seguro, es lo que sigue…

Aclaremos para empezar: no existe en el mundo pizza más rica que la de Ottonelli.

Juan Carlos ya no tiene ocho años. Pero todavía hoy se emociona al recordar los aromas, los azulejos, el humo de la muzzarella…

Hablamos de la pizzería que nació en 1939 y de la que Alejandro Dolina inmortalizó su “sopa inglesa”, en tantas trasnoches de radio.

Juan Carlos Pocho Berro ha crecido y no puede creer lo que acaba de saber. Corre 1997 y José Montesano, el dueño de la pizzería,  está cansado: ha decidido cerrar la mítica Ottonelli, un refugio del tiempo en Caseros, una de las tradiciones más entrañables del lugar baja definitivamente sus persianas.

Entonces, aquel pibe de ocho años hecho hombre no lo duda… pese a que no sea su fuerte, se mete de lleno en el negocio de la gastronomía.

Se siente con la valentía del Cisco Kid, con el coraje de Tarzán y con la evocación plena le parece ver a don José Ottonelli (el fundador de la pizzería) y a don Santiago Borroni cargando con  quebracho colorado el horno a leña… Con la osadía de sus héroes de la infancia, Pocho se hace cargo del emprendimiento.

En cada rincón del establecimiento se huele la historia que lleva esa grande de muzzarella hecha por Mingo y Vicente, como siempre, como si no hubieran pasado 40 años desde sus llegadas al local… Pocho sabe (o intuye, o anhela) que vale la pena el esfuerzo.

UN POCO DE HISTORIA

Nadie ignora que en la mesa del fondo algún fantasma sigue ahogando su desengaño en un moscato, nadie olvida al padre que celebra la llegada de su primer hijo con fugazzeta y merengue de dulce de leche, todavía se puede ver al endomingado corte príncipe de Gales de esos novios eternos…

Los años dorados la vieron como pizzería y rotisería hasta 1957, cuando don José Montesano la compró. Pocos años después, Montesano emplearía a un paisano de tan sólo 17 años al que le ensenaría el oficio, Mingo Azaritti, quien siguió empleando la receta de entonces.

Absolutamente, todos los entrevistados para esta nota señalaron a Ottonelli como “la pizzeria de Caseros”, es uno de los pocos puntos en los que no hay discusión.

Desde su local de siempre, en la calle de 3 de Febrero, nos muestra la historia, esa que nos devuelve a las raíces, la misma que nos recuerda el llanto de pibes por otro flan mixto, o la mirada de aquella novia primera que coqueta sonríe con mohines después de la matinée del Paramount.

Juan Carlos Pocho Berro mantiene viva esa tradición, ese recuerdo permanente, esa historia tan nuestra, que solo los caserinos podemos entender. Para el resto, Otonelli es quizá sólo un mito, una leyenda de una trasnoche radial.

Sergio García

NdeR: esta nota fue escrita en 2001 en la revista Inolvidables. Con breves adaptaciones, la reproducimos. Lamentablemente, los personajes aludidos ya no están ni tampoco la pizzería que cerró en 2020. De los fantasmas, nada se sabe.