Mirta es una señora bajita y piel rosácea. Tiene 71 años, la agilidad movediza de quienes nunca paran y es la masterchef del popular restorán “Ideal”, conocido por los paisanos caserinos como el “Yeraton”.
Transcurrió su infancia junto a papá, mamá, y nueve hermanos. “Éramos seis mujeres y cuatro varones”, detalla.
Se recuerda niña, en su Hurlingham natal, cuidando la quinta y el gallinero (“llegamos a tener 100 gallinas”) con los que los Fredes peleaban para llegar a fin de mes.
Tiempos sin agua corriente ni cloacas, pero sí con faroles, tabla para fregar la ropa, bombeadores, zanjones, calles de tierra y sapos por doquier.
“Mamá siempre se preocupó para que los diez hermanos estuviésemos limpios, con ropa sencilla pero prolija… fue una madre presente, de carácter, siempre de aquí para allá, atendiéndonos a todos”.
En tanto, don Fredes se dedicaba al cuidado de caballos para el sustento familiar y, además, predicar en su prole, con el ejemplo, el valor de la honestidad y el trabajo. Todos los chicos Fredes salieron “derechitos”.
Mirta descubrió Caseros apenas jovencita. “La primera vez que vine me acompañó mi hermano porque venir hasta acá era toda una aventura”, se ríe.
LA ÍTALO ARGENTINA
En 1968, la muchachita de Hurlingham ingresó como empleada a la panadería La Ítalo Argentina (Sarmiento, entre Belgrano y Moreno), cuando ya su dueño – Tito Calviño – les había vendido el fondo de comercio a Luis y Carmen Saragoiti.
“La Ítalo era fantástica… las vidrieras, los mostradores, la caramelera, el pastelero don Argentino, las facturas, las colas de vecinos esperando”, son imágenes que se mezclan y agolpan en la evocación de Mirta.
“Yo trabajaba tanto armando sanguches de migas, teníamos encargos de todos lados, como en el mostrador. Éramos cinco, seis empleadas en el salón… ¡Lo que trabajaba doña Carmen, era el alma de la panadería”. También se despachaban pedidos para Otto Krause, la Fiat, la Base Aérea…
CARLITOS CRUZA Y CRUZA LA CALLE
Frente a la Ítalo ya abría sus puertas el restorán mencionado hace un ratito nomás. Y de esas puertas salía Carlitos Carrera, un muchachito entrador, hijo del dueño, que cruzaba a comprar el pan para la fonda. La cuestión se fue poniendo sospechosa cuando se notó que cada vez cruzaba más y más seguido… y siempre buscaba que lo atendiera la misma empleada y, fíjate vos qué casualidad, justo se trataba de la piba de Hurlingham.
Abreviemos. Seis años de novios, 46 de casados, un hijo: Fernando.
Por otro lado, la Ítalo perdió a una empleada y la cocina del Yeraton ganó una estrella mejor que la Michelín. “Yo no sabía nada de gastronomía, apenas si terminé la primaria, confiesa Mirta, pero fui aprendiendo”.
Al principio, el matrimonio Carrera se radicó cerca de la Good Year pero un hecho dramático los impulsó a radicarse en Caseros.
El 29 de julio de 2005, por la madrugada, un joven, drogado, baleó a Carlos.
Beatriz estaba presente y el desenlace tan sorpresivo como sangriento fue un episodio decisivo en sus vidas. “En la desesperación, intenté lanzarme sobre el muchacho que conocía porque vivía en la otra cuadra de casa… me lo impidieron unos macetones”, frunce el ceño Mirta.
Ya instalados en nuestro barrio, los esposos retomaron la rutina: de casa, en la calle San Jorge, al restorán y viceversa.
Tiempo atrás el establecimiento fue declarado como Notable de 3F.
También tiempo atrás, a Mirta, en un chequeo preventivo, se le detectó una dolencia que le obliga a realizarse semanalmente sesiones de quimio.
Es aleccionador escucharla decir que tales sesiones le generan ciertos malestares pero no alcanzan para impedirle continuar trabajando y trabajando, ejerciendo su rol de reina de la cocina, de masterchef del Yeraton de Caseros.
– Mirta: ¿Publicamos lo relacionado con la enfermedad?.
– Por supuesto, para que sirva de ayuda a quienes tienen lo mismo y para destacar la importancia del cuidado preventivo.