Giraba frente a las vías, entre 3 de Febrero y av. San Martín, al lado de la sucursal de Correo Argentino. En la esquina, abría sus puertas Casa Elías.
Caballitos, barquitos y carritos daban vueltas y vueltas en la parte de adelante y, en el fondo, circulaban los coloridos cochecitos.
La sortija la movía (con “acomodo”) don Santiago Viacaba quien estaba a cargo del concurrido espacio infantil.
Fue él su último dueño del lugar, puntualiza su hijo Orlando (77). Y recuerda que su padre, además de ejercer como calesitero, cortaba tiras de asado, junto a su hermano Blas, en la carnicería que ambos atendían en la calle Garay, entre Pringles y Álzaga.
Don Santiago, cuando cerraba la carnicería, se dedicaba a atender la calesita.
Antes de regresar a casa – señala Orlando – “mi viejo hacía una `parada´ obligada en lo de Ottonelli para clavarse una porción de muzzarella con fainá”.
El carrousel dejó de girar para siempre a fines de los ´70… “principios de los ’80, no recuerdo con precisión”, duda Orlando.
Su padre le había contado que, en un tiempo, esa misma calesita había sido impulsada por un caballo.
“Pero cuando la adquirió mi viejo, ya funcionaba a motor… la tuvo por más de una década”, advierte.
En ese lapso fueron innumerables los chicos de Caseros que frecuentaban la calle Valentín Gómez, al salir de la escuela o al bajar del tren, de la mano de sus progenitores.
Algunos de esos pibes, hoy son padres maduros y es posible que al pasar por el lugar – donde se levanta un edificio – se les dibuje una sonrisa entre alegre y melancólica.