A lo largo de décadas, cuando llovía, las calles de los alrededores de la plaza de Villa Pineral (foto: 3 de Febrero y Carlos Tejedor) quedaban anegadas por correntadas de agua.
Cruzarlas aseguraba llegar a la vereda de enfrente con los zapatos arruinados, con los pies mojados y el humor entumecido. Las mujeres eran quienes más renegaban ante tanta dificultades.
Nino Iuzzolino, conocido comerciante del rubro electrodomésticos, recuerda: “Yo tendría siete u ocho años y ¿Qué hacía con mis amiguitos? Con adoquines, armábamos unos pilares en cada vereda y otros, un poco más altos, en el medio de la calle. Sobre esos pilares, montábamos a lo largo unos tablones que quedaban como puentes de una vereda a la otra. Las señoras, entonces, se subían a esos tablones para cruzar la calle. No perdían el equilibrio porque se agarraban de las manos de nosotros que la acompañábamos, uno de cada lado… y como éramos bajitos, el agua nos llegaría a la cintura. Cuando la dejábamos en la vereda de enfrente, nos daban una propina. Con esas monedas, yo recuerdo que me compraba esas pastillitas negras que le decían ‘soretitos de chiva´”.
Nota de redacción: las pastillas de goma a las que se refiere Iuzzolino eran marca Oruzú; por cierto, muy ricas.