De la calle Carlos Tejedor se dice que fue una de las primeras adoquinadas del barrio. Por aquí, aventuran los muy memoriosos, supo trazarse el camino de los primeros colectivos que se conocieron en estos pagos.

“Venían de Ciudadela por Villarino (actual L. de la Torre), doblaban en Carlos Tejedor, y por av. San Martín  se iban al centro de Caseros”, aseguran.

La calle, en el tramo aludido, continúa adoquinada, presenta veredas desparejas, casas sencillas y alguna que otra fábrica. También, hospeda a la Escuela Nº 8 “Almirante Brown”.

Es cuando la arteria se cruza con Cavassa nos topamos con la esquina “Ligustros artísticos”.

Les contamos: en una de las ochavas (que se destaca por su prolijidad), sobre la acera, se lucen una casita infantil, una fuente, una copa y un auto. Las cuatro “esculturas” – talladas con paciencia y dedicación – tienen como base las hojas siempre verdes de sendos ligustros.

El “culpable” de estas ornamentaciones vegetales es Julio Navarro (71), quien fuera en su vida laboral un experto soldador, y ahora, ya jubilado, ocupa su tiempo en darle forma artística a los arbustos que crecen en la vereda de su casa.

El hombre desde principios de los ’90, eligió Caseros para su vida (ex vecino de Don Torcuato), junto a su esposa y sus cuatro hijos.

Julio nos afirma que jamás concurrió a escuela plástica alguna y que los ligustros ornamentales son productos del tiempo y voluntad que les dedicó y que los va modificando al tiempo que van creciendo, sin más herramientas que una tijera de mano y una sierra eléctrica manual.

Los arbustos, por su parte, le devuelven los plácemes permanentes de los vecinos, el “gusto que me da hacerlo” y, en especial, destaca, “me sirve como terapia, especialmente en estos tiempos”.

¡Vamos, Julio, todavía!.