Bordean las vías, entre avenida San Martín y 3 de Febrero, desde los tiempos en que la calle Valentín Gómez se llamaba Rivadavia. Hace décadas que regalan su sombra.
Alguien nos relató lo siguiente: “Cuando estaban en plena actividad los Talleres Alianza, los trabajadores tomaban el recordado Tren Obrero (que era arrastrado por la locomotora conocida como La Catanga) en una especie de terraplén ubicado en un costado de las vías, entre avenida San Martin y David Magdalena (aproximadamente, donde hasta hace poco tiempo, se encontraba la imagen de un gigantesco bebé rosado con los dedos en V).
“Cada mañana, los trabajadores ascendían al trencito que a puro vapor los trasladaba hasta el corazón de los Talleres Alianza. Luego de cumplir con la mañana laboral, los vecinos disponían de un lapso para almorzar y, entonces, el Tren Obrero, los regresaba hasta el terraplén de partida. Los hombres bajaban y presurosos caminaban hasta la fronda fresca de los eucaliptus donde sus esposas (o novias) los esperaban con viandas calientes y agua fresca. Almorzaban juntos, conversaban sobre lo caro que estaban las cosas, lo mal que se habían comportado los chicos, sobre el capataz cabrón de los Talleres y sobre las cintas que proyectaban en el Paramount. Tras el almuerzo, un beso ligero y un hasta luego, la mujer subía a su bicicleta o al carro y regresaba al rancho. El hombre superaba su modorra y retornaba al terraplén donde lo aguardaba el trencito dispuesto a transportarlo a completar su jornada laboral”.
Algunos de esos eucaliptus (cada vez quedan menos) que todavía se empeñan en regalar su sombra sobre la calle Valentín Gómez pueden atestiguar que esta historia no es un invento.