Hace dos décadas, apenas alguien partía en tren desde la estación Caseros, se sorprendía ante el aspecto de esta vivienda de la calle Nicaragua, entre avenida San Martín y Rauch.
Era lógico: desde la ventanilla del vagón, se detectaba un gigantesco sol verde azulado que sobresalía en la fachada de la casa, acompañado por una serie de figuras extrañas.
Desde la terraza, asomaba un muñeco que parecía saludar a los pasajeros y al barrio todo. Otra figura, la de un musculoso soldado del imperio romano, custodiaba la puerta de ingreso a la morada.
¿Quiénes son los habitantes de esa vivienda?. Seguro que pertenecen a una secta. 0 están decididamente locos, se conjeturaba.
Cuando los visitamos, los propietarios de la casa no pudieron evitar una sonrisa ante tales suposiciones. Simplemente, eran artistas plásticos.
Jóvenes, agradables, bonachones artistas plásticos. Ella se presentó como Estefanía Ferrero, una rubia de anteojos que lucía un arito en la fosa nasal derecha. Nacida en Rojas, se encontraba a punto de egresar de la Escuela de Bellas Artes ‘Prilidiano Pueyrredón’.
Su pareja, Gonzalo Malanga también había sido alumno de la misma institución. El hijito de la pareja, Nazareno, era un rubiecito travieso que se encargaba de destrozar lo que tenía a su alcance; incluso, la nutrida muestra de trabajos realizados que nos mostraron sus padres.
La carpeta fotográfica presentaba distintos ámbitos realzados con obras de Estefanía y Gonzalo, desde boliches bailables y cabarets hasta inocentes peloteros infantiles o rincones de la conocida Tierra Santa lucían escenografías realizadas por la pareja de la calle Nicaragua.
Justamente en esto se especializaban: realizaciones escenográficas.
Trabajaban mayormente con dos materiales: resina polyester y fibra de vidrio. Si bien respondían a la directiva de los arquitectos, la pareja apelaba a su propio criterio para utilizar colores y formas.
“Tenemos en cuenta para que va a ser orientado el emprendimiento y realizamos la escenografía correspondiente”, detallaron.
También, se especializaban en elaborar figuras humanas, de plantas o animales, en tamaño real.
En Caseros, suyos fueron algunos trabajos que lució la juguetería Mikis (avenida San Martín y Belgrano) y también, el gaucho parado en la entrada del desaparecido restaurant Asa2 (avenida san Martin y Moreno).
Desde 1988, residían en Caseros, en la misma casa que supo pertenecer al joyero y relojero Grossoni, de extendida trayectoria comercial en nuestro barrio.
Con la intención de difundir su trabajo y promocionar un Taller de Plástica fue que elaboraron la serie de figuras que singularizaban la fachada de su propiedad y que originó mil suposiciones.
Le perdimos el rastro a la pareja de plásticos y desconocemos su presente. Pero, seguramente, las inquietudes artísticas que exteriorizaron en Caseros, de alguna forma los debe acompañar.