Nació en el Hospital Carrillo y se crió en la calle República, frente a los terrenos hoy ocupados por la Villa Carlos Gardel.
Su padre – Alfredo, inmigrante siciliano – y Elda Pedraza, quien tenía ascendencia tehuelche, constituyeron una familia humilde, sumamente esforzada y trabajadora.
Ricardo, quien tuvo dos hermanos, completó sus estudios primarios en la escuela San José, en Villa Mathieu. Su poco apego a la disciplina escolar le llevó a navegar por distintos establecimientos educativos pero apurado por la exigencia paterna culminó su secundaria en la Nº 8 “Nuestra Señora de Luján” (Lisandro de la Torre, entre Valentín Gómez y Urquiza).
De espíritu transgresor, rebelde, sentía una atracción absoluta por la música que se canalizaba tanto como integrante de la Murga “Los Delicados de Caseros” o en su fanatismo por todo lo relacionado al rock de entonces.
Con sus amigos Sandro Castaña, y Aragonés, crearon el grupo Alarma con el que debutaron en el colegio de la calle Lisandro de la Torre.
Al segundo tema, la directora alarmada por esa música disruptiva, intentó interrumpir el recital, decisión que fue rechazada por los presentes, recordó Iorio en una entrevista.
Otros amigos de Caseros fueron, entre otros, Roque Arazi, Horacio Cristoffanetti, Carlos Ramos, Ricardo Chofa Moreno y los hermanos Aníbal, Miryam y Daniel Britos.
Durante su adolescencia, ayudaba a su padre – con quien tuvo una relación de “idas y vueltas” – ayudaba a su padre repartiendo papas, tanto en el Mercado de Abasto como en el de Tres de Febrero. Fue esa faena que le ganó el apodo de “Papero”.
Se casó con Ana Mourín en 1987 con quien tuvo dos hijas y de quien se separó en 1999. Mourín se suicidó en el año 2001.
En 2012, contrajo enlace con Fernanda García, con quien convivía desde hacía varios años.
Su deceso lo confirmó su abogado: “Empezó a sentir un fuerte dolor en el pecho, llamaron a la ambulancia y falleció en el trayecto”, señaló el profesional.
Nuestro ex vecino, quien tenía 61 años, y residía en Coronel Suárez, supo liderar bandas fundacionales como Hermética, V8 y Almafuerte.
El portal No Ficción publica hoy que “el oeste marcó sin dudas su obra en base a sus vivencias en los barrios de la zona presentes en su música y composiciones.
“Su irrupción en escena se produjo en los primeros años de los `80 cuando luego de ser parte de varias bandas dio forma a V8, junto al cantante Alberto Zamarbide, el guitarrista Osvaldo Civile y el baterista Gustavo Rowek”.
Más adelante, se detalla que “como impulsor del heavy metal a nivel local, V8 tuvo un público fiel a lo largo de la década, en la que registró tres discos: “Luchando por el metal”, “Un paso más en la batalla” y “El fin de los inicios”.
“Tras la ruptura de V8, Iorio encabezó Hermética, otra banda que haría historia en la escena del rock pesado argentino con discos como “Ácido argentino” y “Víctimas del vaciamiento”, en donde se rebelaría como un letrista capaz de reflejar la cruda realidad de la clase trabajadora.
“Hacia mediados de los `90, en medio del éxito de la banda, una pelea interna decretó el sorpresivo fin de esta formación, ante lo cual Iorio inició una nueva etapa al frente de Almafuerte.
La figura de Iorio fue cobrando notoriedad a lo largo de los años tanto por el contenido de sus líricas, en las cuales explícitamente reconocía influencias de folcloristas como José Larralde, como por su exacerbado nacionalismo.
“Pero esta postura también fueron cobrando tintes extremos, lo cual también terminó convirtiéndolo en un polémico personaje, primero dentro del ambiente rockero y, luego, a nivel mediático”.
El pormenorizado informe concluye: “Más allá de expresiones xenófobas y antisemitas, nunca perdió el respeto y el cariño de sus colegas, quienes le reconocían su frontalidad y valoraban el compromiso de sus líricas para con los estratos populares”.