Esta ariana de 27 años fue alumna de los institutos Nuestra Señora de La Merced y Ceferino Namuncurá. Además, es maestra jardinera, estudió pastelería, gastronomía y gerenciamiento gastronómico.
Hablamos de Florencia Gatto, quien vive en Cafferata y Leonismo Argentino, junto a sus padres – Claudia Cundines y Omar Gatto – y sus dos hermanos, Nicolás y Omar.
Afectada por el Sarcoma de Ewing (atípico cáncer óseo), hace pocos días le amputaron la pierna izquierda. Justo a ella que derrocha vitalidad (fue bailarina del Sandow Gym) le tocó padecer esta enfermedad que por ahora la obliga a trasladarse en silla de ruedas. Subrayamos el “por ahora” dado que nuestra vecina es un ejemplo de cómo ir venciendo todos los obstáculos que le presentó y le presenta la vida.
Continuá leyendo y repararás que en nada exageramos.
Fue en la primavera de 2022, que Flor comenzó a sentir fuertes dolores en la rodilla. Padecimiento que ningún traumatólogo lograba resolver. El martirio no se detenía; por lo contrario, se acrecentaba.
En el otoño de 2023, se reveló el diagnóstico: cáncer. Le costó entender la noticia, se consideraba una persona sana, enérgica, emprendedora… El correr de las semanas fue sumando pesares.
El portal Zonales informa que le descubrieron tumores “en el sacro, en la columna, en el fémur y el más grande en la tibia: medía 16 centímetros y ocupaba tanto espacio que salía de la pierna.
“Analgésicos, morfina, decenas y decenas de consultas, transfusiones y una palabra que muchos pacientes oncológicos temen: quimioterapia. «Para mí fue como una bendición. Sabía que me iba a salvar y que después de tanto sufrimiento y dolor me iba a ayudar. Y lo primero en lo que pensé es que me iba a quedar pelada. Aunque podía no pasar, no quería ver que el pelo se me caiga a mechones así que decidí raparme y siempre me mostré así», expuso Flor.
“Por la serie de sesiones, empezó a caminar con un bastón, luego con muletas y finalmente terminó necesitando una silla de ruedas. «Es un mundo aparte. Uno nunca está preparado para pasar de ser totalmente independiente a depender de todo».
El portal describe: “Pero con una templanza casi insólita, aceptó su nueva realidad. Y todo lo que iba a venir después, porque vivir era – y es – la única opción. Tras incontables sesiones de quimioterapia, una operación en la que le reconstruyeron gran parte de su pierna y la ilusión de poco a poco superar la enfermedad, en enero de este año, Florencia comenzó -nuevamente- con dolores casi insoportables en su pierna. Le encontraron nuevos tumores detrás de la rodilla y el más grande medía 12 centímetros”.
«Hay muchas opciones pero ninguna me podría garantizar la vida. La única que garantiza mi vida es la amputación de la pierna y es lo que realmente quiero: seguir viviendo. Así que a partir de mañana voy a tener solo una pierna y después de algunos meses tener una prótesis para aprender a caminar por tercera vez», señala Flor en un video de su cuenta de TikTok (@florenciagatto) que superó las 40.000 reproducciones.
“Es ahora cuando el relato de Florencia – publica Zonales – cambia por completo. Mientras cuenta todo lo que vivió desde el día en que le diagnosticaron cáncer hasta el momento en el que decidió la amputación de su pierna, tanto su expresión como el tono de voz no cambian. Es todo una anécdota en la que no hay tristeza ni dolor. Y cuando abandona esa parte de esa historia, comienza a reír y proyectar su nueva vida.
“Primero, recuerda que su pierna se llamaba Erik en honor a un traumatólogo que la atendió y también tenía una prótesis como la que le colocaron a ella. «Dije que lo iba a extrañar», rememora entre risas que se multiplican cuando confiesa que su pierna tiene un certificado de defunción oficial”.
«En estos casos, extremidades como las piernas tienen que tener un certificado de defunción, ser cremadas y que luego devuelvan las cenizas. Capaz otra persona puede llorar al enterarse de eso, pero a mí no me salió otra cosa que cagarme de la risa.», confiesa. Solo exigió una cosa: que cuando saquen la prótesis de la pierna se la muestren. «¡Quiero conocerla! ¡La tuve cinco meses así que me encariñé!».
“Entre la cocina, su familia, libros y hasta cursos de italiano pasó los momentos más duros de su enfermedad. También escribiendo, algo que nunca había hecho antes y que le sirvió para poder exteriorizar todo lo que le pasaba”.
Positiva y optimista de pura cepa, Florencia desliza que «la risa y el humor pueden salvar».
Agrega: «No trato de pensar en lo que el cáncer me quitó, sino en lo que me dio. Antes de esto era adicta al trabajo y quizás me hacía problema por cosas sin importancia. Algo así te hace bajar muchos cambios y valorar más las cosas verdaderamente importantes».
En charla telefónica con Caseros y su Gente, la joven subraya que en este momento de su vida, lo que más le interesa es ayudar a quienes atraviesan situaciones similares. Con frecuencia, sube contenido sobre su devenir a las redes sociales. Y es múltiple la devolución que encuentra a sus publicaciones.
Nuestra vecina agradece a quienes sintió tan cerca durante este tiempo tan arduo: nombra a sus familiares, al doctor Erik Pebe Pueyrredón (en su honor, le puso de nombre Erik a su primera prótesis; a la próxima le pondrá Miguelito en agradecimiento a otro profesional), a sus amigos… por sobre todo, a la vida.