Fue el miércoles 5 de junio de 1974 cuando Antonio Prividera – caserino de pura cepa – hizo realidad su sueño y le dio nacimiento a Privilent Optica, en la esquina de Andrés Ferreyra y Belgrano.
Antonio fue alumno del Instituto Evangélico Americano y, apenas egresado, mientras cursaba su carrera de técnico óptico, trabajaba como visitador médico de laboratorios oftalmológicos. Fue durante este camino laboral que estableció una relación de trabajo y amistad con quien es considerado uno de los oftalmólogos más reconocidos de la Argentina: el doctor Hugo Dionisio Nano.
Si bien los inicios de fueron trabajosos, el emprendimiento se consolidó gracias a dos pilares que caracterizaron su trayectoria: “la atención personalizada y el asesoramiento profesional”, condiciones imprescindibles para ofrecer un servicio óptimo al momento de elegir los anteojos que mejor se ajusten a nuestras necesidades, asegura Prividera, quien por otro lado, se enorgullece de contar con una clientela que lo acompaña desde sus inicios y que trascendió el aspecto comercial hasta convertirlo en amistad. “Estoy sumamente agradecido tanto por la fidelidad como por el afecto que me brindan”.
Antonio – quien ejerció en dos oportunidades la presidencia del Rotary Club Caseros – continua residiendo aquí, en su barrio de siempre.
Tiene dos hijos, cinco nietos, es amante de la música clásica y de la vida simple; continúa cada mañana, como aquel miércoles de 1974, abriendo las puertas de su óptica ya convertida, medio siglo más tarde, en una de las más conocidas y tradicionales de Caseros.