Invierno del 1933. El galpón del pocero Pena estaba ubicado frente a la entonces todavía muy modesta capilla de Nuestra Señora de La Merced. Allí, se reunía un grupo de muchachos con el ánimo de formar un equipo de fútbol que batallara en el campeonato organizado por la Liga Independiente de San Martín.
No era liviano el convite ya que debían entreverarse contra equipos como Caseros Juniors, Nacional, Villa Alianza, Peñarol y Sol de Mayo, instituciones que pisaban fuerte en los potreros del todavía pueblo de Caseros.
Pero si bien prendió fuerte la iniciativa de formar el equipo, los muchachos se entusiasmaron aún más y se preguntaron por qué no fundar una institución que los albergara. En realidad, se reunían en el galpón del pocero porque el peón/sereno se los permitía sin que el dueño se enterara.
Para concretar la iniciativa, alquilaron una casa en la calle Cavassa, entre La Merced y Moreno. La propiedad tenía un jardín atrás y otro adelante, y tres piezas sucesivas que daban a una especie de galería. Para hacer ingresar un billar (¡cómo iba a faltar un billar!?), tuvieron que romper una pared y… bueno, la dueña de la casa armó tal escándalo que apenas lograron calmarla cuando le juraron que iban a reconstruir la susodicha pared y la iban a dejar mejor que antes. Ignoramos si cumplieron.
Dado que se acercaba el aniversario del “Día de la Independencia”, no hubo mucho que pensar al momento de darle nombre a la flamante institución, tampoco al momento de optar por los colores identificativos: el celeste y blanco se enseñoreó para siempre en las camisetas representativas del 9 de Julio.
Los socios fundadores fueron Ricardo Buceta, Roberto Garberi, Vicente Sanmartino, Luis y Antonio Basile, José Maglio, Rómulo Repetto, Félix y Ricardo de Simone, Horacio Chiavasco y Julián Inza.
Allí, en ese espacio de la calle Cavassa, empezaron a organizarse los bailes, veladas que antecedieron a otras legendarias donde se conocieron chicas y chicos en edad de merecer y que luego formalizaron, en algunos casos, vía matrimonio, su encuentro milonguero.
En el ’36, se anexó al 9 de Julio, el club de atletismo ‘Los Andes’, institución que tenía su sede en la cortada Silva (actual Valentín Gómez), entre David Magdalena y Cavassa.
Al tiempo, la entidad se afincó en La Merced, entre Cavassa y Magdalena, predio donde posteriormente la próspera familia Zanella construyó un señorial chalet y donde hoy se levanta un imponente edificio.
En el ’41, la institución adquirió los lotes donde actualmente transcurre su existencia: David Magdalena, casi esquina Mitre. Allí, los muchachos tuvieron que limpiar los terrenos, hacer los cimientos y levantar las primeras paredes.
Así, a pura voluntad y restándole horas al descanso, ese grupo de jóvenes fue dándole forma definitiva a ese impulso que nació en aquel viejo galpón del pocero Pena y que – casi un siglo después – sigue vigente.