Un año ya sin Luis Galera; vecino entrañable de Caseros, de esos que escriben su historia sin más tinta que la memoria compartida, el trabajo cotidiano.
A un año de su partida, volvemos sobre sus pasos con afecto, reconstruyendo la trama sencilla y profunda que supo tejer en el barrio.
Luis había llegado a Caseros en 1929, apenas un niño, acompañado por sus padres y sus cinco hermanos. Se instalaron primero en la calle Hornos, entre De Tata y Sabattini. Más tarde, el jefe de familia adquirió un rancho con dos lotes en Bahía Blanca (hoy, Fernandes D’Oliveira), entre Esteban Merlo y Cafferata.
“Era un rancho que tenía 140 chapas”, nos contó alguna vez, con la mezcla justa de nostalgia y picardía.
“Las conté cuando, después de muchos años, lo desarmamos. El piso era de cemento, las chapas estaban revestidas con arpillera blanqueada para que no pasara tanto el frío”.
En ese terreno amplio y fértil criaban gallinas y cultivaban frutales: ciruelos, duraznos, kinotos, limas, pelones, manzanas, damascos. “Tuvimos una infancia humilde, pero de comer no nos faltó. Comer, comíamos bien”, recordó.
Su padre, guarda del ferrocarril Pacífico, viajaba con frecuencia a Mendoza en El Cuyano o en el tren estafeta… y al regresar, la escena era casi festiva: un costillar, grapa para todo el barrio, verduras, y hasta grandes latas de miel dura que cortaban en pedazos, como si fueran caramelos.
Don Galera era andaluz, oriundo de Almería. “Muy, muy trabajador… también era farrista -admitió Luis – le gustaba contar cuentos, pero no era mentiroso como dicen que son los andaluces… era de agrandar las cosas, un poco exagerado a veces”.
Antes de afincarse en Caseros, la familia había transitado por Villa María, La Carlota, Villa Mercedes, Rufino, Huinca Renancó… donde Luis nació.
Como su hermano José, Luis cursó sus estudios en los Institutos Filantrópicos Argentinos de Palermo (las recordadas escuelas Morris) experiencia que marcó a fuego su infancia. De allí guardaba afectuosos recuerdos: “La esposa de Morris tocaba el armonio y él nos hacía cantar. Era un filántropo… hasta ropa nos daba. En invierno nos regalaba una tricota… el primer pantalón largo me lo dio él”.
Luis describió a aquel hombre de pequeña estatura y delantal gris: “Me parece verlo cuando venía donde hacíamos gimnasia para repartirnos galletitas”.
De hecho, la vida de míster Morris fue llevada al cine en la película Cuando en el cielo pasen lista, con Narciso Ibáñez Menta.
La vida estudiantil del joven Galera incluía viajes en tren a Palermo. “En el tren había dos vagones de primera clase reservados exclusivamente para escolares. Cuando ya viajaba solo, mi mamá me había hecho una bolsa para comprar pan a la salida del colegio, en ‘La Burdalesa’, porque era muy rico y un centavo más barato que en Caseros”.
El trabajo como escuela de vida
En la casa de la calle Bahía Blanca, el trabajo no era castigo ni sacrificio: era parte de la vida. Luis fue aprendiz de carpintero con Madrigano, trabajó en la fábrica de cepillos Merko (de Fenoglio & lriondo, en Mitre, entre avenida San Martín y David Magdalena), fue carpintero en almacenes Alianza, tuvo un corralón, fue camionero en Santiago del Estero, trabajó en las obras de circunvalación de Bahía Blanca y también colaboró con su hermano Carlos, repartiendo hielo a más de 600 clientes.
DIARIERO
Luego vinieron los diarios. Primero le compró el reparto a Armando Vergés. En 1974, adquirió la parada de diarios a Armando Luchetti, en Mitre, casi esq. 3 de Febrero. “La compré cara, pero era tanta la inflación que a los tres meses ya la había pagado”, recordó. Allí se convirtió en uno de los canillitas más queridos de Caseros.
Recuerdos de barrio
Luis era también hombre de fútbol. “Cada momento libre era para darle a la pelota… jugaba en forma impetuosa porque tenía físico grande”, señaló. Y recordaba los baldíos del barrio, o la laguna que solía formarse en Fernandes D’Oliveira y Parodi, donde iban a atrapar pececitos de colores.
En “El Zonda” – Mitre y Andrés Ferreyra – disfrutó del boxeo y del teatro. “Ahí vi pelear a Salvarezza, Nayen, a Pascualito Pérez cuando era campeón olímpico. Las peleas se veían bárbaro desde los palcos que estaban sin terminar. También se hacían obras de teatro, patinaje artístico… hasta vino la gente de ‘Chispazos de Tradición’. Era un lugar bárbaro”.
En una milonga del club Unión conoció a su compañera de toda la vida: Irma Magdalena Simonini. Tuvieron dos hijos: Norma Beatriz y Luis Alberto (f.).
El kiosco que fundó en Mitre sigue abierto. Hoy lo atiende José, quien mantiene no sólo el puesto sino también la calidez del trato y el compromiso con el barrio.
A un año de su partida, la figura de Luis Galera – quien falleció el 13 de julio de 2024 – sigue presente en esta esquina, en cada saludo mañanero desde el kiosco, en cada recuerdo compartido entre vecinos. Fue testigo y protagonista de un Caseros que ya no existe, pero que persiste en la memoria gracias a vecinos como él que laten en nuestra historia.