Iñigo Carrera: vecino entrañable, historiador apasionado y figura inolvidable de nuestro barrio.
Solía caminar por la calle Urquiza con su inconfundible sombrero, la barba imponente, pantalón de campo y, en ocasiones, alpargatas.
Pintoresco, afable, disparador de sonrisas, Iñigo dejó una marca imborrable en la memoria colectiva de Caseros.
Se había recibido como profesor de Historia en la Universidad de Buenos Aires (UBA). A lo largo de su vida académica, enseñó en numerosas instituciones: la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), la Universidad de Morón, la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, la Universidad del Salvador, el Instituto de Profesorado Sagrado Corazón (Hurlingham), la Dirección Nacional de Educación del Adulto, las Escuelas N° 5 y N° 2 de Tres de Febrero, y – como él mismo solía recordar con especial cariño – en la Escuela Media N° 8, de la calle Lisandro de la Torre, entre Valentín Gómez y Urquiza.
Más allá de su currículum, daba placer encontrarse con él y, café mediante, escucharlo narrar episodios (oficiales y de los otros) de la historia argentina e, incluso, de latitudes foráneas.
A sus conocimientos enciclopédicos le sumaba contextos que eran hijos de su propia deducción. A todo esto añadía su cautivante locuacidad, probablemente generada por su experiencia docente y, también, su cálida afabilidad, hija de su propia naturaleza.
Para este cronista fue un placer (y orgullo) tenerlo como columnista del programa radial “Hola Caseros”. Sus relatos fueron fascinantes; recuerdo en especial uno sobre los malones, donde todavía me parece escuchar los bramidos de los atacantes.
Su infancia y juventud transcurrieron en Almagro. Llegó a Caseros en 1965; rosista intenso (y también peronista), el destino quiso que se afincara justo donde se cruzan las calles Sarmiento y Urquiza.
Sus últimos tiempos no fueron buenos, a causa de una diabetes que lo tenía a maltraer. Estaba casado, tenía cuatro hijas y dos nietitos que lo colmaban de alegría.
Falleció el martes 3 de agosto de 2020, a sus 77 años. Quienes tuvimos la fortuna de conocerlo, cuando pasamos por la puerta de su casa, inmediatamente lo recordamos y, vaya a saberse por qué, su recuerdo nos genera una sonrisa.