Hablar de la Virgen de la Merced es hablar de misericordia. Ese es, en definitiva, el corazón de su nombre: “merced” significa compasión, alivio, ternura. Para quienes la siguen, ella es la Madre que no se cansa de mirar las cadenas de sus hijos y tenderles la mano para liberarlos.
HISTORIA DE ESTA DEVOCIÓN
Arranca cuando los musulmanes asolaban las costas mediterráneas y llevaban cautivos a los cristianos hacia África. Hombres, mujeres y niños que caían en la esclavitud, muchos de ellos perdiendo la esperanza y hasta la fe.
En medio de ese drama aparece un comerciante, Pedro Nolasco, que un día decide darle otro rumbo a su vida: gastar su fortuna en rescatar prisioneros. Así, en 1203 logra liberar a 300 cautivos con sus propios bienes.
El entusiasmo de Nolasco contagió a otros que se sumaron a su obra. Juntos pusieron dinero, organizaron expediciones y hasta levantaron cofradías para juntar limosnas. Pero claro, el esfuerzo era enorme y las fuerzas se agotaban. Entonces Pedro hizo lo que hacen los que buscan luz: se recogió en oración. Y allí, en la intimidad de la plegaria, se abrió paso lo inesperado.
La tradición cuenta que en la noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen se le apareció a él, al sabio Raimundo de Peñafort y al propio rey Jaime I de Aragón. A los tres les confió el mismo pedido: fundar una orden religiosa que dedicara su vida a liberar cautivos.
Pedro no dudó más. Con el apoyo del rey y el consejo de Raimundo, nació la Orden de la Merced. Desde ese momento, aquellos hombres se convirtieron en caballeros de María, vestidos con hábito blanco y el escudo de la Corona de Aragón en el pecho.
Su misión era clara: imitar a Jesús, el Redentor, y hacerlo de la mano de su Madre, la Virgen de la Merced. Con el tiempo, hasta surgieron las monjas mercedarias, llamadas comendadoras. Y lo más impresionante: a lo largo de los siglos, se calcula que rescataron a unos 300.000 cautivos.
La devoción no tardó en expandirse. Primero por España, Francia e Italia, y luego, con la llegada de los mercedarios a América, por todo el continente. En ciudades como Cuzco, Lima o Quito, su imagen se volvió parte del paisaje religioso y popular. En 1696, el papa Inocencio XII instituyó su fiesta el 24 de septiembre, fecha que hasta hoy sigue siendo de las más queridas en muchos rincones del mundo.
En cuanto a su representación, la Virgen de la Merced aparece con hábito blanco, escapulario y capa. A veces lleva cetro y corona, otras sostiene al Niño Jesús con otro escapulario en la mano. También se la conoce como la Virgen de la Misericordia, cuando se la pinta abriendo su manto para proteger a presos, fieles o comunidades enteras.
En Caseros, su figura se encuentra presente en procesiones, en estampitas o en esas velas encendidas al pie de su imagen en la parroquia.
Más allá de todo, la Virgen de la Merced – patrona de Tres de Febrero – sigue siendo la misma Madre cercana, que escucha, acompaña y nos recuerda que la verdadera libertad empieza por el corazón.