El viernes 10 de mayo de 1996, un episodio sacudió a nuestro barrio: el secuestro y asesinato de Pedro Peralta, vecino de la calle Spandonari, entre Mitre y Esteban Merlo.
Por entonces, Peralta – quien se desempeñaba como empresario metalúrgico – tenía 49 años.
Fue raptado por un grupo de cuatro hombres; uno de ellos, había sido socio suyo. Tras varios pedidos de rescate, su cuerpo apareció semanas más tarde dentro de un tanque, donde, según la reconstrucción del hecho, habría sido introducido aún con vida, rociado con cal viva y sellado el depósito, con una tapa de metal.
De acuerdo a diarioeltiempo.com.ar, Peralta, aquel 10 de mayo, “llegó pasado el mediodía al taller de su amigo, el tornero Eduardo Cortiletti, ubicado en Palomar.
“Mientras conversaban, dos hombres ingresaron al lugar y habrían atado y amordazado al empresario.
“Los ladrones no eran tales, sino dos cómplices de Cortiletti. Escondido en el lugar había un cuarto hombre: Emilio Cancián, un ex socio de Peralta, quien era parte de la banda.
“Los “asaltantes”, el ex suboficial carapintada Carlos Pagés, y Dante Tartaglini, comenzaron a apretar al empresario para que les dijera dónde tenía plata. Ese día era viernes y solía tener el dinero con el que hacía el pago semanal a sus trabajadores. Además, si bien tenía un buen pasar, no era una persona con un nivel de vida muy elevado. Confesó que tenía 3500 pesos (época del 1 a 1) en la mesita de luz de su casa.
“Aunque llamaron a la esposa de Peralta para que llevara el dinero, la discusión en la tornería por lo poco del botín terminó por hacer estallar todo por el aire. Al parecer, el empresario reconoció las voces de Cancián y de Cortilletti, quien no era víctima de los supuestos asaltantes. Su reacción fue la sentencia de muerte.
“A partir de allí, los captores/asesinos decidieron que lo mejor era aprovechar la situación para “hacer plata”. Debían pedir un rescate y comenzaron con los llamados extorsivos a la mujer de Peralta, quien recurrió a la Policía. Le pedían 600.000 pesos para liberar a su marido, de quien en ningún momento, como era lógico, entregaron una prueba de vida. Esto hacía sospechar lo peor a los investigadores.
“Unos 400 efectivos de la Bonaerense participaron durante días de la búsqueda del empresario. Mientras, su esposa mantenía contacto con los captores, a través de llamados y hasta de una carta que le mandaron. Justamente los investigadores aprovecharon el teléfono para ubicar desde dónde se comunicaban.
“A principios de junio, la Policía encontró a Cortiletti, Tartaglini y Pagés tras abandonar una cabina telefónica de Ciudadela, supuestamente luego de un llamado para pedir el rescate. Cancián fue detenido poco después. Fue a partir de que uno de ellos se quebró, que dieron con el lugar donde estaba el cuerpo del metalúrgico.
“Desde ese momento, los cuatro quedaron detenidos. El fiscal elevó la causa a juicio oral y pidió que se los condene a prisión perpetua más la pena accesoria de reclusión por tiempo indeterminado. Pero como pasaron tres años desde su detención sin condena, en 1999 la Cámara en lo Criminal de Morón, basándose en el Código Procesal bonaerense, los dejó en libertad.
“Recién en mayo de 2000 llegó el juicio y la condena: reclusión perpetua. Todos adentro nuevamente. Sin embargo, a mediados de 2002 la historia tuvo otro capítulo, que suele dejar mal parada a la Justicia. La defensa de tres de ellos (Pagés, Cortileti y Tartaglini) presentó una apelación en la que reclamaba su derecho a quedar libre hasta que la condena quedara firme. Y lo consiguieron. La noticia generó indignación en la sociedad y en tiempo récord, la Suprema Corte bonaerense anuló esa libertad dispuesta por Casación. En pocos días, fueron capturados y allí continuaron sus días tras las rejas. Recién en diciembre de 2019, Pagés, quien había participado de levantamientos carapintadas y aún quedaba detenido, dejó la Unidad 42 de Florencio Varela”.
De nacionalidad española, Peralta había llegado a la Argentina a sus tres años. Transcurrió su infancia y juventud en VersaIles y El Palomar.
En su adolescencia, ingresó a la tornería Morlache (Esteban Merlo, entre Álzaga y Spandonari), donde trabajó varios años. Ya independizado, se dedicó al corretaje de material desplegado. Más adelante, tomó las riendas de la empresa Batagliese, tras fallecer su suegro, quien era el titular de la firma.
Apasionado por el futbol, jugó en el equipo Los Pericotes, de Villa Mathieu y, también, en SITAS. Además, le gustaba la caza, la pesca y las reuniones con amigos. Justamente, estos recuerdan su buen carácter y sostienen que una de sus costumbres era, ante una mesa de camaradería, repetir: “Disfrutemos estos momentos que nos da la vida”.
Fue un empresario de empuje y solía viajar al exterior para ampliar los mercados. También, alentó los Encuentros Matrimoniales y, además, era integrante del Rotary Club Caseros Sur. Estaba casado con Norma Kuki Batagliese; el matrimonio tuvo dos hijos: Javier y Pablo. Veinte días después del fallecimiento de Pedro, los esposos hubieran celebrado el 23º aniversario de su enlace.
Había nacido el 22 de setiembre de 1946.