Enrique Sforzini tenía 85 años cuando llegó hasta nuestra redacción y se presentó como uno de los pioneros de Villa Parque, rincón caserino que nació allá por los 40′ cuando se lotearon los terrenos conocidos como la Quinta de Colombo.
Corría 2010 y el hombre vivía en diagonal Bouchard, entre Viamonte y Sarratea. Llegó pedaleando una sencilla bici para acercarnos una carta manuscrita sobre una hoja de papel cuadriculado de un Gloria N° 5, donde se leía…
“Estimado: me acerco para ver si puedo hacer una nota, por mi señora, fallecida el 9 de mayo de 2010…”.
UN AMOR ENTRE VILLA PUEYRREDÓN Y LA PLATA
Enrique era un muchacho de Villa Pueyrredón y Teresa Margarita Ferrero, una preciosa mocita de La Plata cuando se conocieron. Un requiebro porteño y una caída de ojos platenses fueron suficientes para garabatear el primer renglón de esta historia.
“Llevábamos 62, casi 63 años de casados, siempre en Villa Parque. Vinimos a vivir sin luz, sin gas, sin agua, con 100 bombeadas llenaba el tanque de 300 litros y así fuimos adelante con la mujer más trabajadora que conocí…”.
VILLA PARQUE: CUANDO TODO ESTABA POR HACERSE
Los Forzini llegaron a Villa Parque en la década del ’40 y ocuparon un lote, adquirido en cuotas, sobre la diagonal Bouchard al 2900. Baldíos, alambrados, una casa cada tanto, animales sueltos, zanjones y polvorientas calles de tierra formaban el paisaje de entonces.
La actual plaza General San Martín (Bouchard y Bélgica) era apenas un potrero. Cada tanto, algún colectivo unía esos terrenos con Beiró y General Paz.
El joven matrimonio transcurrió su luna de miel en una pieza construida sobre ese lote, en aquellos principios de Villa Parque.
“Luchamos para hacernos la casa, los dos. Un 25 de mayo levantamos media pieza, ella y yo. Me alcanzaba los materiales como cualquier peón; era de fierro…”.
LA PRIMERA BICICLETERÍA Y EL PRIMER KIOSCO DEL BARRIO
El matrimonio edificó la cocina, el baño, los dormitorios, el comedor. Después, levantaron un local donde instalaron la primera bicicletería de Villa Parque: “PBT”. El muchacho fue aficionado al ciclismo y supo participar en numerosas competencias.
El barrio, de a poco, comenzaba a poblarse. La llegada del asfalto y el alumbrado, gestionado y solventado por los vecinos, arrimó el anhelado progreso.
Hasta el legendario Mono Gatica se animó a inaugurar un bar en la misma cuadra de los Forzini.
En sus escasos momentos libres, Enrique se desempeñaba como albañil.
En un rincón de la bicicletería, la inquieta Teresa habilitó un pequeño despacho de golosinas y galletitas que, con el tiempo, ocupó todo el local.
“Mi señora fue la pionera del kiosco en Villa Parque, 46 años detrás del mostrador. Antes, con la puerta abierta. Después, con la puerta cerrada. Le pusieron el revolver más de cuatro veces pero nunca le sacaron nada. Creo que la respetaban…”.
UNA FAMILIA Y UN BARRIO QUE CRECIERON JUNTOS
Con amor y esfuerzo, el porteño y la platense consolidaron ese hogar al que se sumaron los hijos – Daniel y María Teresa – tres nietos y hasta dos bisnietos.
“Nunca quería cerrar el kiosco, ni siquiera para comer. Así fuimos adelante. Abría a las ocho porque pasaban las chicas para las fábricas y tenía que atenderlas. Tenía 86 años y se movía como si tuviera 60. Y así también razonaba. Se hizo querer por todos sus clientes. Les doy las gracias a todos los que la querían. Así es la vida. Viene gente y me dice ‘no lo puedo creer’. Pero es así. Gracias, señor, y pido que me disculpe por ser como soy”.
UNA DESPEDIDA CON LETRA DE BARRIO
Don Forzini nos dejó la carta manuscrita en ese cuaderno Gloria Nº 5 y se fue pedaleando por la calle La Merced para su casa de la calle diagonal Bouchard, en Villa Parque, la misma que levantó con su amada Teresa. Jamás lo volvimos a ver.