En sus alrededores residen personas culpables de arrojar basura y más basura en este rincón de Caseros; entre ellas, los denominados cartoneros que descartan lo no aprovechable o no vendible. También, aquí arrojan la basura que retiran de los domicilios pertenecientes a vecinos que les pagan unos pesos para que les saquen los residuos de encima, sin importarles su destino final.
A esta esquina, también llegan camiones que, imitando a los cartoneros, arrojan productos desechables que retiran de industrias y empresas.
Todo cae en Angel Pini y República. Así se forma el basural más grande de Caseros.
Los días de calor o humedad agobiante, sofoca el hedor contaminante que abruma las calles e invade las viviendas.
Además: al angostarse la calzada por la basura acumulada, los conductores desprevenidos deben aminorar su marcha, situación que es aprovechada por los delincuentes.
Cada tanto, cuando la basura sobrepasa lo aguantable, se le prende fuego con los peligros que conlleva: humareda asfixiante, quema de cables, riesgos de explosión, etc.
Los vecinos y comerciantes que se atrevieron a enfrentar a quienes sorprenden arrojando basura, fueron una y otra vez prepoteados y hasta golpeados. La mayoría tiene miedo de enfrentarlos. Están atemorizados.
Semanalmente (un poco menos, promedian los vecinos consultados), la Municipalidad manda los camiones y hace limpiar el lugar. Al día siguiente, todo se reinicia. Una y otra vez.
Sucede desde hace décadas. La extendida gestión comunal anterior no le encontró solución al conflicto. El lustro que lleva la actual, tampoco.
Estamos en el siglo XXI… una solución debe encontrarse.