Corría 1992 cuando se plantaron los retoños que se observan en la foto izquierda. Quienes lo hicieron, ignoraban si iban a poder disfrutar su sombra, su follaje y todos los beneficios que regalan los árboles. Un árbol tarda años en crecer y durante ese lapso son muchas las cosas que pueden sobrevenir. Igualmente, los plantaron.
Casi tres décadas después, el actual esplendor de aquellos retoños nos brinda un magnífico ejemplo: plantar un árbol es un acto de generosidad hacia quienes nos sucederán. Y también tener presente que un barrio con muchos árboles es un barrio más lindo para vivir. En especial, en estos tiempos tan propensos al cemento.