Alguna vez, su hijo José, nos recordó lo siguiente sobre su padre:

“Mi padre había nacido en Asunción del Paraguay en 1905. Era de una familia de la alta sociedad; sus ascendientes paternos pertenecieron al gobierno de Francisco José, emperador del imperio austro-húngaro.

“Después de graduarse como bachiller, viajó a Europa para perfeccionarse en idioma, arte, letras, filosofía… Retornó a su patria y en el ’28, se graduó como Químico – Farmacéutico. En el ’32, se enroló en el ejército como teniente sanitario y participó durante tres años en la guerra boliviano-paraguaya.

ALGO QUEDA. Lo recuerdo como una persona muy didáctica; cuando yo era chico, acostumbraba leerme cosas antes de acostarme… me quedaba dormido y él seguía leyendo: siempre decía que después de leer, “algo queda”.

“Una de su pasiones fue la política y se afilió al Partido Liberal que en el ´38 ganó las elecciones y lo consagra a él como diputado nacional.

QUE NO SE CAIGAN LOS PRINCIPIOS. Fue un hombre de muchos principios. Siempre decía que “es preferible que se hunda el mundo pero que no se caigan los principios”. Esta conducta intransigente le produjo complicaciones políticas y fue encarcelado durante unos meses. En el “42, emigramos a Montevideo”.

FARMACIA COLÓN. Cinco años más tarde, intentamos volver pero el régimen lo encarceló otra vez; entonces, decidió que nos instalemos en Buenos Aires. Aquí vivimos en distintos barrios de la Capital Federal hasta que, en 1955, nos vinimos a Caseros y mi papá compró la farmacia “Colón”, cuando ésta se ubicaba en la ochava sudoeste de Mitre y 3 de Febrero (*).

“Él le dio al negocio orientación hacia la herboristería y se pasaba horas hablándoles a los clientes sobre la bondad de las hierbas; también, hizo muchas curaciones, recetándolas. Además, inculcaba hábitos higiénicos e insistía en llevar un ritmo de vida equilibrado.

“Recuerdo que hacía comparaciones con los coches y decía que las personas conocen más y se preocupan por su auto que por su cuerpo.

ESCRITOR. Tenía una cultura muy desarrollada; era un apasionado lector y, además, escribía mucho. Publicó un libro de poesías llamado “Lambaré” y fue autor de “La vuelta a los vegetales”, que ya va por su octava edición.

“También, brindó muchas conferencias sobre arte, filosofía, política, alimentación, etc. en diversas instituciones del país. Sobre el tema alimentario, incluso dio charlas por televisión. 

Tenía dos obsesiones: su madre y su país, se sentía “más paraguayo que Ia yerba”. Le gustaba entreverarse en discusiones sobre política, economía, religión… se pasaba horas discutiendo tras el mostrador; era capaz de perder un cliente pero no una discusión… aunque a la vez, aseguraba que uno aprendía más escuchando que hablando. Siempre defendió el razonamiento antes que el uso de la fuerza y recalcaba los principios de “igualdad, fraternidad y libertad”. Fue por esto que durante un tiempo – y acompañado de otros exiliados paraguayos – se hizo masón”.

CASEROS. A pesar de extrañar mucho a su país, a Caseros lo quiso mucho. Tuvo grandes amigos: los artistas plásticos Márquez y Víctor Chileni, el periodista Rómulo Reppeto, el imprentero Rodolfo Zivec, el padre Eduardo Gloazzo

“Fue miembro de la Asociación de Cultura de la Municipalidad de Tres de Febrero. Le gustaba caminar por Ia calle 3 de Febrero, hasta la estación; esa caminata la hacía todos los días.

“También, tenía locura por sus nietos. Tres meses después de fallecer mi madre, falleció él. Fue el 6 de julio de 1979. Recuerdo que a su velatorio concurrió muchísima gente. Mis abuelos decían que fue un buen hijo; yo puedo asegurar, además, que fue un muy buen padre.”

(*) Actualmente esta ochava se encuentra ocupada por un local gastronómico