“Siento que la gente me respeta, que me entrega su afecto, que me quiere mucho. Por eso me gusta atenderla correctamente, con buen ánimo; y me brindo en todo lo que puedo…”, nos confesó Osmar, décadas atrás.

En ese tiempo, trabajaba en la legendaria farmacia Ferrari de la calle 3 de Febrero, entre Belgrano y Moreno, donde había ingresado como idóneo (auxiliar de Farmacia) el 1 de mayo de 1958.

Y agregó: “Yo empecé a trabajar a mis catorce años en la farmacia Marchese que estaba en 3 de Febrero y Rebizzo… y ahí me quedé hasta que entré en el servicio militar”.

Osmar había nacido en Vedia, pago bonaerense de donde también era oriundo Víctor Galíndez, el consagrado boxeador… “lo conocí personalmente, aunque él era menor”.

Con emoción, cuando lo entrevistamos, recordó al destacado farmacéutico Vicente Ferrari, a quien reconocía como su maestro “no sólo en la profesional sino también en la vida”.

Dijo Osmar: “Todo lo que sé, se lo debo a él”. Y agregó: “Por eso, para mí es una cuestión de honor tratar de que la farmacia mantenga la misma imagen que tenía cuando él vivía”.

Su dedicación era apreciada no solamente por los clientes de la farmacia sino también por sus empleadores.

“El 1 de mayo de 1988 estábamos de turno… cuando por la tarde me disponía a atender, me encontré con que me habían preparado una fiesta sorpresa para agasajarme”. ¿El motivo?: sus treinta años de excelente labor en el establecimiento.

“Me sorprendieron; por la mañana había visto movimientos extraños pero no me imaginaba algo así… habían invitado a mi esposa, a mis hijos, a mi nuera y, además, a sus propios familiares… me entregaron también un pergamino con palabras llenas de afecto”, recordó. Y sumó: “Los Ferrari son mi segunda familia: juntos nos apoyamos, en las buenas y en la malas”.

Tras el cierre de la farmacia Ferrari, Osmar ingresó a la farmacia Gigliotti, cuando ésta se ubicaba en la esquina de Belgrano y av. San Martín.

Más adelante, quedó empleado en la farmacia Herrero (De Tata y Curapaligue), establecimiento en el que permaneció hasta su retiro, en febrero de 2018.

Osmar supo tener facha de galán que el correr de los años no deslució. Alto, prolijo, permanentes bigotes a lo Diego de la Vega, transitaba por Caseros en un llamativo Torino color dorado al que mantenía inmaculado (foto).

Fue simpatizante de River y en su juventud practicó el ciclismo.

Por sobre todo, se destacó por su amabilidad. Portaba un saludo gentil y una media sonrisa entradora… cuando entregaba un jarabe o un antibiótico, solía bromear: “El remedio… ¿se lo envuelvo para regalo?”.

Osmar estaba casado desde hacía 63 años con Diana Di Sanzo – afable señora mitad itálica, mitad caserina – quien falleció el pasado febrero.

“Con Diana empecé a `hablar’ a mis catorce años y nos casamos cuando tenía veintidós”.

El matrimonio – que residía en la calle Cocchiararo (ex Trenque Lauquen), entre Álzaga y Pringles – tuvo tres hijos: Fabio, Sergio y Gabriel.

Osmar Humberto Farías, el natural de Vedia, el vecino de Villa Pineral, el querido idóneo de Caseros partió para siempre el pasado martes 4 de octubre. Tenía 86 años.

Se lo va a extrañar, claro que se lo va a extrañar.