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ANTIGUOS CAFÉS DE MI BARRIO (última parte), por Pedro Malvido Giménez

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BAR DE FERNÁNDEZ

Hubo seguramente algunos otros rincones similares en este mítico Caseros; por ejemplo, el bar y almacén de don Juan Fernández, ubicado en las esquina de Villarino (actual Lisandro de la Torre) y avenida Urquiza enfrente del estadio de Estudiantes de Caseros. Aunque conserva restos de su original edificación (hoy, un negocio de venta y reparación de baterías), en la década del ’30 era un amplio solar con vivienda, negocio y cancha de bochas.

Conocí a don Fernández (asturiano de pura cepa y bondad proverbial) y a algunos de sus parroquianos de entonces: Rufino, Marcelo, Julio, José, Alberto y algunos más, cuyos apellidos se han borrado de mi memoria. Eran vecinos provenientes de Hurlingham, Villa Devoto, de la propia zona de Villa Alianza y de Villa Pineral, que matizaban sus presencias con encarnizados partidos de bochas y trucos rociados con abundante y exquisito bon vin, asado y empanadas aportados por doña Lucía, doña Flora, doña María y las demás matronas, nunca ausentes en estas verdaderas fiestas y celebraciones en el viejo negocio de Fernández. El lugar (en otras horas y otras épocas), también llegó a ser frecuentado por gente «pesada» de Villa Alianza y alrededores, de la que se prefiere la silenciosa recordación sin otras añadiduras.

El hijo del personaje evocado nació en Villa Alianza y fue ampliamente conocido por su apodo, el «Gallego Fernández«, mítico y particular hombre de ese sector del viejo Caseros, ampliamente exaltado por su guapeza y entrega sin límites en defensa del barrio, puestas de manifiesto en muchas de sus presentaciones sosteniendo los colores de su amado club, en cuanta justa deportiva lo tuvo de principal protagonista y en todos los entreveros de los que jamás rehuyó y en ocasiones, con resultados inciertos. Su último reducto fue un negocio que regenteó frente a la plaza central de Villa Alianza, hasta que decidió continuar en otra dimensión.

OTTONELLI

Por último, un rincón de todas las épocas y momentos de toda una juventud renovada en el tiempo, que casi constituye un hito inolvidable en la vida de aquéllos que alguna vez, se acodaron en sus mesas: la pizzería Ottonelli. Casi tan antigua como el vecino y renovado Paramount, fue el infaltable complemento de las legendarias sesiones de cine que culminaban invariablemente en una de las mesas del legendario local, evocación que enmarca a don José Montesano y a su más cercano continuador Pochito Berro, con su inconfundible bonhomía desparramada a granel y naturalmente, entre sus consecuentes clientes y amigos.

Seguramente muchos más sumarán a estas memorias de algunos de los tantos rincones que alumbraron legendarias esquinas y huecos de un Caseros inolvidable.
Y también para honrar a los actuales Roble Bar, Adela’s, Bonafide, Havanna y otros que engalanan nuestras céntricas arterias, muestrario de un crecimiento indetenible a nuestros ojos casi asombrados por los impresionantes   cambios del día a día, al tiempo que vamos descubriendo otros más modernos en el itinerante recorrer de nuestra venerada «patria chica».

 

PEDRO MALVIDO GIMÉNEZ

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