El pasado jueves 19 de noviembre, a sus 87 años, falleció Rubén Elver Tiqui Tagliavini, muy querido vecino de Caseros. Su apodo (Tiqui) lo acompañaba «desde que era chiquito… lo que pasa es que no crecía en estatura, después pegué el estirón y me convertí en un grandote de casi dos metros; ahora empecé a bajar otra vez …», nos dijo, en una oportunidad, cuando lo entrevistamos.
Había nacido en Marcos Juárez (Córdoba) , pero a sus seis añitos ya residía en nuestro barrio.

A continuación, reproducimos parte de la entrevista:

«Vivíamos en Caferatta, entre 3 de Febrero y avenida San Martín… era el año ’39 y había barro en todas partes, la única calle empedrada era 3 de Febrero».
Tiqui tenía apenas diez años cuando entró a trabajar en la peluquería de Rodríguez, ubicada «en 3 de Febrero y La Merced, frente al bar ‘Parece Mentira’ (luego, Galería Marisi)… la peluquería estaba dividida por un tabique, con la sastrería de Ricardo Lucero…»

¿Qué trabajo hacía en lo de don Rodríguez?.
Barría, le acomodaba el saco a los clientes que se acababan de cortar el pelo y les cepillaba los hombros para que me largaran una monedita. Además, cuando empezaban a quedar como clavos los billetes de lotería, salía a venderlos a la vereda… “¡Uno por cinco, vale…uno por cinco, vale se juega mañana!», gritaba.

El grandote fue aprendiendo el oficio de peluquero y cuando don Rodríguez mudó su local “al lado de la antigua farmacia Colón», ya manejaba la tijera con cierta solvencia.

“Se usaba mucho engominarse, la gomina era Brancato… también se vendía un polvo – Malvis – que venía en sobre y servía para preparar la gomina en casa. Los cortes que se pedían era la americana, media americana, romana, a lo patito y a los cortes mal hechos se le decía ‘ a la taza’ …. ¡qué paradoja! Después, el corte ‘ a la taza’ se puso de moda. Cuando los Beatles se hicieron famosos, los pibes empezaron a dejarse el flequillo y el pelo largo… y empezaron a opinar; antes, se cortaban sin chistar… de la forma que querían los viejos».

Los fines de semana, el cordobés concurría a los domicilios de quienes estaban impedidos de desplazarse hasta la peluquería. Con especial entusiasmo, nuestro muchacho se trasladaba hasta la casa de don Ferigó, ubicada al lado de la carnicería del Pibe Cucarese, en Bahía Blanca (actual Fernandes D’Oliveira), entre Rebizzo y Caferatta. Con el tiempo se supo que más que la digna testa del dueño de casa, le interesaba Blanca, su bonita hija. El grandote ejecutó los sucesivos pasos de galán: se hizo el simpático, el bien dispuesto, se insinuó, conquistó, se puso de novio y se casó para toda la vida.

Luego de casi cuatro décadas de trabajar con Rodríguez, Tiqui inauguró, a pocos metros, su propia peluquería… «sobre la calle Mitre, al lado del quiosco de Galera: ahí estuve doce años».

¿Es un confesionario el sillón del peluquero?.

Y sí, se habla de todo, incluso hasta intimidades.

¿Por qué será?.

Creo que el peluquero inspira confianza. Encima, yo soy más de escuchar que de hablar y no soy de andar divulgando las cosas.

COMUNISTA
En el prolijo comedor de la casa de Tiqui, en la calle De Tata, se destacan las imágenes de Fidel, El Che, Lenín, Pablo Neruda… Quienes conocieron su local en la calle Mitre, recuerdan que allí también se observaban fotos y recortes que difundían las ideas de izquierda; incluso, durante los años en que todavía estaban en el gobierno los generales del Proceso.
¿No tenía miedo, Tiqui?.
No… ¡Qué me iban a hacer… a lo sumo, me iba a matar como hicieron con tantos, pero no iban a poder matar las ideas socialistas.

Blanca Ferigó, la esposa de Tiqui, fue suboficial de la Policía Federal. Se retiró de la fuerza con el grado de sargento. En cierta oportunidad, cuando todavía poseía el rango de cabo, fue convocada a la Superintendencia de Seguridad. Cuenta, Blanca: «Un oficial me mostró un legajo con la foto de Tiqui. Me preguntó si lo conocía. Le respondí que sí, que era mi esposo. Me preguntó si sabía que era comunista. Le dije que por supuesto que lo sabía y, por las dudas, le aclaré que no era ni terrorista ni tirabombas. Me dijo que me quedaban dos únicos caminos: o me separaba de mi esposo o me apartaba de la policía. Le respondí que ninguna de las dos cosas. Cuando salí de la reunión, tenía tanto miedo de que le hubiese pasado algo a Tiqui que tome un taxi hasta Caseros, que me costó una fortuna, para llegar urgente a casa… cuando abrí la puerta y vi que Tiqui estaba hablando con Alejandra, nuestra hija, pude respirar… Con el tiempo, supe que gente de los servicios había estado siguiéndolo a lo largo de una semana».

Tiqui: ¿Siempre tuvo ideas de izquierda?.
Desde jovencito me revelé contra las injusticias. Y no hay nada más injusto que el sistema capitalista que propicia la diferencia de clases. Cómo puede ser que estemos en el 2007 del calendario gregoriano y todavía se hable de reyes y de sangre azul mientras en el mundo hay millones de personas que se mueren de hambre. Cómo puede ser que se generen guerras solamente para hacer negocios… Bush es el criminal número uno.

INVENTOR DEL SUPER AJEDREZ

Es hincha de Independiente y entusiasta aficionado al ajedrez. En su peluquería de la calle Mitre nació, entre cortes y afeitadas, el Círculo de Ajedrez Carlos Guimard (Guimard era vecino de nuestro barrio).

«El primer presidente del Círculo fue Saverio Calógero, quien fue consejero escolar y yo el vice», recuerda Tiqui. El Círculo llegó a tener cierto renombre y durante años, tuvo su sede en una dependencia del Banco Credicoop de Villa Parque.     

Se sabe que el deporte de los trebejos es algo complicado… nuestro vecino se tomó el trabajo de complicarlo todavía un poco más: acaba de patentar un sistema de juego más intrincado al que denomina como el «Súper Ajedrez».
¿Cuáles son las diferencias con el ajedrez tradicional?.
Se juega sobre un tablero de 100 escaques (casillas) en lugar de 64 y, por otro lado, se agregan dos caballos y siete peones por bando.
¿Cómo nació la idea?.
Soy un estudioso del ajedrez y fui concibiendo algunas modificaciones; de a poco, la idea fue madurando hasta que terminé de elaborarla.

En el comedor de su casa, Tiqui tiene listo para empezar a jugar, un espléndido tablero de 100 escaques, con piezas relucientes que invitan al primer movimiento.
¿Encontró con quien jugar?.
He jugado. Es un poquito más complicado porque con este juego se terminan todas las teorías conocidas y hay que explorar nuevos caminos. Una cosa son 64 escaques y otra son 100.
Quizá sea difícil instalarlo en la gente…
Y sí, como toda cosa nueva, va a costar que lo acepten. Va a ser necesaria la difusión. A la larga va a tener éxito porque ayuda al desarrollo de la mente.

El cordobés se queda mirándome. Detrás suyo, en la pared del comedor, la imagen del Che también me mira. El ambiente está cómodo, sereno, alejado del bullicio habitual de De Tata y avenida San Martín. Dan ganas de empezar a jugar aunque sé que me espera la derrota inexorable. Extiendo la mano…
Tiqui…
¿Qué?
Muevo yo, peón cuatro rey…