A Tulio lo entrevistamos hace más de dos décadas, en su prolija casa de la calle Aldo D’Ella Rossa, entre Murias y pasaje San José , donde residía junto a su esposa Juana Checchia – a quien conoció en los ’60, en un baile del club Ittaliani Unitti . Tulio falleció el 20 de febrero de 2000, a sus 65 años.

En aquella oportunidad, nos dijo:

Pasé por varias crisis: de la última me salvé gracias a la pintura. La pintura para mí es un alivio interior. Cuando pinto, penetro en la obra, me siento dentro de ella porque tengo que saber lo bueno y lo malo de su esencia: por eso, necesito una concentración total. Cuando la pierdo, prefiero dejar la pintura y retomarla después de un rato.

– ¿Es perfeccionista?.

Demasiado, nunca estoy conforme con lo que hago. Hay cuadros que los pinte hace años y continúo retocándolos. Una vez, el maestro Gerardo Granda me dijo: “Tulio, basta con ese cuadro, ponele la firma y listo”.

– ¿Qué motivos le gusta pintar?.

– Naturalezas, paisajes. Soy de buscar mucho el contraste entre la luz y la sombra. Me inspiro ante un paisaje como ante una manzana. Digo ¡qué hermosa manzana! , ¡qué lindo color para pintar! .Hace pocos meses, vacié la heladera para pintar una naturaleza con hortalizas. No me inclino por la pintura moderna, prefiero el realismo.

– ¿A qué pintores admira?.

A Velázquez, me tira mucho la luz y la sombra que creaba este hombre; los motivos campesinos que pintaba Millet; Monet; Caravaggio, uno de los grandes artistas del contraste…

– ¿A cuál de sus cuadros le tiene más afecto?.

– A uno que pinté hace un tIempo en Pergamino: es un rancho donde dormí en el ’62. Esa pintura para mi tiene ‘algo’. Y para pintar se necesita ese ‘algo’ que nace de adentro.

– ¿Cuándo pinta?.

– De noche, cuando regreso de mi actual trabajo en una marmolería: también, los fines de semana. Es decir, en todos los momentos libres la pintura para mí es un bálsamo… yo me la pasaría haciendo cuadros, cuadros y cuadros.

– ¿Esta afición la tiene desde chico?.

Sí… el dibujo siempre me atrajo. Yo soy de Teramo (Italia) y allí dibujaba en la escuela: era de dibujar casas y plantas. Cuando llegué a Caseros, en el ’50, extrañaba mi pueblo y pintaba su puente, el río, el molino…También, era de copiar cuadros: por ejemplo, agarraba una lámina de Rafael y la copiaba: en general, copiaba a los grandes maestros del Renacimiento.

 – ¿Realizó estudios académicos?.

No una vez un periodista italiano, amigo de mi padre, me consiguió una beca para estudiar en la Escuela de Arte… pero vio cómo eran las familias de italianos de antes… éramos inmigrantes, habíamos pasado la guerra y yo trabajaba en una carpintería… así que no pude aprovechar la beca.

– ¿Cómo continuó su carrera artística?.

Pintando en los ratos libres, participando en exposiciones, concursos, pero el verdadero vuelco de mi carrera lo tuve hace pocos años.

– ¿Qué ocurrió?.

Por un problema laboral estuve a punto de caer en una depresión…

– ¿Entonces?.

Mi señora me salvó porque me empujó a pintar más que nunca. Ella se movió -sigue moviéndose muchísimo para difundir pintura. Lleva cuadros de aquí para allá, me alienta constantemente…la verdad, a ella le debo mucho. Gracias a ella, participé en exposiciones, en concursos donde he ganado varios premios.

– ¿Caseros tiene lugares que invitan para pintar?.

Sí, varios, en especial los espacios cerca de la estación, para el lado de Palomar.