EL TULA BERISSO, HINCHA NÚMERO UNO DEL JOTA JOTA, BUEN TIPO Y QUERIDO VECINO
By Caseros y su Gente

EL TULA BERISSO, HINCHA NÚMERO UNO DEL JOTA JOTA, BUEN TIPO Y QUERIDO VECINO

Tiempo atrás, Antonio Scuderi , vecino de la calle Cafferata, entre 3 de Febrero y Sarmiento, escribió lo siguiente sobre su amigo Tula Berisso:

Yo conocí a Tula, en los años ’40, de tanto caminar por la «Floridita» como le decíamos al tramo de la calle 3 de Febrero, entre Mitre y Valentín Gómez… allí había una red de parlantes donde pasaban música. O de jugar al truco y tomar un vermucito en la glorieta que estaba en Moreno y 3 de Febrero.

Pero, en realidad, nos hicimos más compinches a partir de que seguíamos al Jota Jota, jugara donde jugase. Él fue el hincha número uno del club… lo llevaba en el alma. Incluso, de pibe jugó en la entidad y era conocido por la garra que ponía.

Tula alentaba a los jugadores a más no poder; era un loco, gritando. Seguíamos al equipo a todos lados. Después de cada partido, volvíamos a la sede para festejar o tirar la bronca. Vermucito de por medio, claro; eso era sagrado. Él se brindó con todo por el club. A la tardecita, era costumbre encontrarlo en la sede (Belgrano y Sarmiento), ya sea jugando a las bochas o colaborando en lo que fuere.

Se llamaba Juan Carlos Berisso y nació el 1 de mayo del ’19. Pepino – el peluquero de la calle Urquiza, entre Sarmiento y Andrés Ferreyra – lo había apodado «Titula»; desconozco el motivo. Con el tiempo, la gente le acortó el sobrenombre y le quedo «Tula», nomás.

Tenía devoción por su madre Cristina. Yo iba a tomar mate a la casa y él siempre estaba con el “mi viejita de acá, mi viejita de allá”. A cada rato, la abrazaba y la mimaba. Era muy matero e hincha de D’Arienzo. Generoso, lo que tenía, lo compartía. Como muchos vecinos en ese tiempo, era ferroviario.

Uno de sus berretines era empilchar bien. Me parece verlo con su bigote prolijo y el pelo peinado con brillantina. Era delgado, de mediana estatura y algo picaflor. Le gustaba irse a milonguear al centro. Cada tanto, se prendía en un picado y era una liebre en la cancha; generalmente, jugaba de wing.

Otros de sus berretines era irse de vacaciones a Córdoba – le gustaban mucho las sierras- y tenía locura por sus sobrinas, Gabriela y Karina Vivian; fue como un padre para ellas. Lo que no toleraba eran las injusticias y las falluteadas. Cuando algo no le parecía justo, explotaba. En ese momento, se ponía más nervioso y se acentuaba su tartamudez.

Vivía en la calle Moreno, entre David Magdalena y avenida San Martín. Allí, Tula también vivió con su segunda esposa – Julia Spinelli – que lo quiso mucho y lo cuidó durante su enfermedad.

ISABELITA

El fondo de esa casa da a la de los Farías; en ésta, estuvo unos días Isabel Perón, en los años ’60. Isabelita, un día, decidió burlar el asedio periodístico y salió disfrazada, por la casa de Tula y acompañada por él. En agradecimiento, años después, Juan Perón le regaló una estadía en Chapadmalal y otra en Llao Llao, a pesar de que Tula le confesó que no era peronista. En realidad, fue socialista democrático.

Falleció el 20 de enero de 1977, a las dos de la tarde. Yo estaba afuera y me enteré unos días después. Me quedé helado a pesar de que sabía que estaba enfermo. Lo velaron en su casa y concurrió mucha, muchísima gente. Es que Tula fue sumamente querido. Tan querido que difícilmente podamos olvidarlo.

1948. Antonio Scuderi y Tula en la glorieta que estaba ubicada en la esquina de 3 de Febrero y Moreno (actual Casa Sara).

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