Cuentan que se llamaba Purvis. Su figura está pintada en el Palacio San José, residencia del general entrerriano, que la mascota protegía con bravura.
Domingo F. Sarmiento lo describió como: “la ‘batería’ que defiende la puerta principal de la línea de defensa”.
Y agregó: “El general Urquiza tiene a su lado un enorme perro (…) que muerde a todo el que se acerca a su amo. Esta es la consigna. Si no recibe orden en contrario, el perro muerde. Un gruñido de tigre anuncia su presencia al que se aproxima, y un ‘¡Purvis!’ del general, en que se le intima a estarse quieto, es la primera señal de bienvenida”.
Continúa Sarmiento: “Han sido mordidos Elías, su secretario, el barón de Grati, cuatro veces, el comandante de uno de sus cuerpos, Teófilo [Urquiza] su hijo y ciento más. El general Paz, al verme de regreso de Buenos Aires, su primera pregunta confidencial fue:
– ¿No lo ha mordido el perro Purvis?
– Porque no ha podido morderme, general, es que me ve usted aquí. Siempre tenía la punta de la espada entre él y yo.
En los combates, Purvis no huía como los otros perros, espantado por los estruendos y el griterío. Fue el compañero inseparable de Urquiza y lo acompañó incluso en la histórica Batalla de Caseros (en el cuadro que ilustra esta nota, se observa al amo y al perro).
Purvis murió antes de 1870. Sólo esto evitó que el fiel guardián impidiera que la fatídica tarde del 11 de abril, un grupo de hombres haya invadido la residencia del entrerriano para asesinarlo. Con Purvis presente, quizá la historia hubiera sido otra.
Fte: Daniel Balmaceda