Pilar Piffaretti era muy querida en Villa Mathieu. Residía en Pringles y Cafferata desde hacía más de medio siglo.
Diligente y cordial ama de casa, transcurrió su existencia rodeada del afecto vecinal que generó a lo largo de su vida.
En la noche del domingo 15 de julio de 2012, conversó telefónicamente con su hija Hilda, quien residía a pocas cuadras. Cuando en la mañana del lunes, Pilar no respondió al llamado de su hija, ésta se dirigió a la vivienda donde encontró a su madre caída sobre la cama, ya fallecida.
De acuerdo a distintas versiones, la casa “estaba hecha un desastre, toda revuelta” y se habrían violentado cuatro puertas. La principal hipótesis es que doña Pilar fue víctima de un infarto provocado por el susto que le generó quienes irrumpieron en su casa.
JUANCITO
Por entonces, hacían dos décadas, que había fallecido quien fue el amor de su vida: Juan Montagano.
Juancito (como cariñosamente le decían a su esposo) era el enfermero del barrio, un vecino muy querido por todos. Muy solidario, atendía tanto al que podía pagarle como al que no.
Diariamente, luego de cumplir con sus funciones en el Hospital Militar de Campo de Mayo, Juancito salía a aplicar inyecciones a domicilio. También, colaboraba con los vecinos de pocos recursos a quienes les conseguía tanto medicamentos como atención medica.
Por otro lado, participó activamente en la ejecución de obras para el crecimiento del barrio (desagües, asfalto, etc.).
CARIÑO POR SU CASA Y LOS VECINOS
Doña Pilar, quien tenía 85 años, nunca quiso dejar su casa de la calle Pringles a pesar del pedido de sus hijos y nietos quienes justamente, por razones de seguridad, intentaron convencerla para que se mudara a algún lugar más protegido. Pero ella, por el cariño que tenía por su casa y por los vecinos, no quería hacerlo. Acostumbraba tomar sol mientras arreglaba su jardín, en el patio de adelante que daba a la esquina.
Pilar y Juancito tuvieron dos hijos, Rubén e Hilda y, por entonces, cuatro nietos: Laura, Gisela, Ignacio y Marilina.
Además de pesadumbre, el deceso de doña Pilar generó, en el vecindario, gran indignación y un fuerte pedido de seguridad dado que la zona estaba sometida por una fuerte ola delictiva.