A veinte años de su partida, muchos vecinos de Caseros aún evocan su media sonrisa y el aroma inconfundible del dulce de leche recién hecho.
Roberto Esteban fue, durante más de tres décadas, uno de los heladeros más queridos del barrio. En su heladería La Bella Nápoli, instalada en la misma casa de toda su vida – 3 de Febrero, entre Mitre y La Merced -, elaboraba con esmero sus deliciosas cremas, la “rusa”, el chocolate y ese dulce de leche que, según él alardeaba, era el más exquisito de Caseros.
Caserino de pura cepa, Roberto creció junto a sus hermanos Saturnino, Mariano, Pedro y Luis, bajo el techo laborioso de sus padres, Aurelia Arabuz y Francisco “Paco” Esteban, carpintero y ferroviario.
Con Luis, su hermano gemelo, compartía tanto el parecido físico que las confusiones eran cosa de todos los días.
De chico fue alumno de la Escuela Nº 8 y, ya de grande, trabajó en la Vicri antes de lanzarse a distintos emprendimientos que culminaron en su gran orgullo: la heladería.
Junto a Gregoria Ramona Arias, su esposa entrerriana y compañera de toda la vida, formó una familia con dos hijos -María Cristina (falleció meses atrás) y Roberto Gustavo – y más tarde, dos nietos que alegraron su vejez.
Amable, activo y colaborador, fue uno de los impulsores del embellecimiento e iluminación del centro comercial de la calle 3 de Febrero, en 1987. También tuvo su paso deportivo como jugador de paleta en el Club República.
Pero la vida le asestó golpes duros: primero la muerte de su hermano Luis, luego la de su hijo, de apenas 39 años. Desde entonces, Roberto nunca volvió a ser el mismo.
Falleció el 20 de octubre de 2005, a los 78 años. En Caseros, aún se lo recuerda con afecto y nostalgia, como al heladero que endulzó una época.