Sos actor… no sos ferroviario’, sentenció Élida, su segunda esposa y, entonces, él terminó con su propia incertidumbre. “Ella me alentó a que largara mi laburo, en las oficinas de los talleres Alianza, donde tenía como compañero a Julio López; a partir de allí, me dediqué de lleno a la actuación”, recordó Cesar André, vecino de la calle Rauch, entre De Tata y Fischetti, durante una charla que mantuvimos hace un tiempo.
La decisión le provocó un disgusto a su padre que “por casi dos años, ni me miraba… él prefería para mí un trabajo ‘seguro’ como el que tenía”. César es el único hijo de Ángela e Ítalo, un tano laburador y ferroviario que en los años ’40 trasladó la familia a Mendoza para poder ganar ‘veinticinco pesos más de sueldo’. Fue en los pagos cuyanos donde César cursó sus estudios primarios y despertó a su vocación artística.
“Fue en el programa radial (‘El congresito infantil’) que se transmitía con público en el estudio, donde tuve una participación; en la platea, estaban mis viejos y el jefe de mi viejo. Para mí, fue una emoción muy grande”, precisa André quien evocó una infancia mendocina de pelota, “campito para jugar al fútbol todo el día”, bicicleta y amigos que todavía conserva.
A sus catorce años, la familia regresó al Caseros del boulevard que partía en dos a la avenida San Martín y al del corso en la calle 3 de Febrero , al del bar Los Pichones, “donde me enseñaron a jugar al billar”, al de los bailes en el República y el Unión, al del jugar al básquet en el Urquiza, al de los partidos en Vías y Obras…
Como un caleidoscopio, los recuerdos continuaron girando y aparecen “las atajadas de Asciolo y del flaco Orsi, los goles de Ugobono, las corridas de Tarzano, los toscanos de mi abuelo César y el fuelle de mi tío Nello”, evoca André a través de una nota publicada en el libro ‘Homenaje a Caseros a 110 años de su fundación’ , donde, además, señala: “Yo fui amigo del gordo Frezza (el mismo que suele nombrar Alejandro Dolina), en su casa de la calle Urquiza hacíamos las reuniones ‘intelectuales’ con mucha gente ‘linda’, soñadora. En su flamante grabador Geloso, a cinta, grabábamos escenas de teatro con el flaco Mario Suarez. Hoy, estos dos entrañables amigos se han ido a caminar por las nubes”.
La extensa trayectoria actoral de César André está llena de altibajos como suele ocurrir con la mayoría de los actores vernáculos.
“Siempre digo que la carrera de un actor está llena de montañas y precipicios… uno se alegra cuando el teléfono suena y se bajonea cuando enmudece”, describió. Y agregó: “Por eso siempre trato de tener proyectos propios… porque si te quedás en tu casa nadie viene a buscarte”.
– ¿Esto le aconsejarías a los chicos que recién empiezan?.
– Sí. Y además, que siembren, que siembren mil semillas que alguna va a prender… que hagan contactos, que caminen mucho. Alguna vez me tocó hacer docencia y decía que el actor debe tener buenos zapatos para gastarlos yendo de un lado a otro. Por supuesto, también hay que estudiar mucho y siempre: uno nunca deja de aprender.
Si bien, nunca fue una estrella de primer cartel, la carrera actoral de César está relacionada con protagonistas y obras de primerísima línea.
Integró durante una década el elenco del Teatro Gral. San Martín donde ingresó tras una rigurosa selección y donde intervino en obras como Galileo Galilei, María Estuardo, Sacco y Vanzetti o La ópera de dos centavos. En televisión, participó en conocidos ciclos como Cuatro hombres para Eva, Alta comedia, El amor tiene cara de mujer, Luna salvaje o el Teatro Palmolive. También trabajo en teatro independiente en obras como Un tranvía llamado deseo, Sólo 80, Irigoyen, Despertar de primavera…
Sus maestros, reconoce, fueron “Tulio Ruffo, Marcelo Lavalle, Asquini, Boero, Hedddy Crilla, Julio Ordano, Agustin Alezzo, Jaime Kogan… Kive Staff, con quien trabaje en mi época en el teatro San Martín. Un director te enseña, sobre todo, a analizar a un personaje , una escena , una obra…”.
– Sos un artista esforzado o de condiciones naturales…
– Me considero un Guillermo Vilas del teatro… a mí, todo me cuesta el doble, llego a tal personaje después de un gran esfuerzo… Hay actores, como Alcón, que estaban dotados naturalmente, que tienen voz, carisma, presencia, ángel…
– ¿Qué opinás sobre la televisión actual?.
– Es preocupante… pero lo que más me preocupa es que la televisión basura tenga tanto éxito… porque si esos programas se siguen dando es porque es mucha la gente que los ve; de lo contrario, como la televisión es un negocio, ya los hubiesen bajado.
– ¿Tu presente?.
– Aprendí a disfrutar de las cosas de otra manera. En la parte artística, siento que, a pesar de mi edad, todavía estoy vigente; además, sigo generando proyectos propios para no depender íntegramente de que me llamen los demás. En la parte personal, tras superar trances muy fuertes – enviudé dos veces – aprendí a darles a las cosas el valor que tienen
– En los momentos difíciles te apoyaste en la religión?.
– Para mí, la religión es importante pero también me enseña mucho la vida misma, la experiencia de vida.