Alguna vez, Oscar Atilio Cirigliano nos contó su pasado futbolero. Vecino de la calle Olavarría, entre Trenque Lauquen y Guaminí (Capitán Bermúdez), estaba casado con Valeria Godoy; el matrimonio tuvo cinco hijos. Fue ídolo del Jota Jota y socio fundador del club Los Latinos.
♦ Yo jugaba de wing izquierdo pero le pegaba con las dos. Un jugador petisito, rápido, hábil. Iba siempre al frente y eso que la patada más baja me la daban en la cabeza. Había un tal Lázaro que jugaba para Racing de Caseros… la estrolada que me daba era para no jugar más pero, a mí, más me daban, más al frente iba.
♦ Jugué en Defensores de Caseros, Racing de Caseros, Cívico de Caseros, América, Peñarol de Caseros… en casi todos los equipos del barrio. Jugué un año en Huracán, donde fui compañero del Tucho Méndez; en Liniers Sud y en el club de mis amores: el Jota Jota Urquiza.
♦ En el Urquiza, teníamos un equipazo: Aciano, Gaspar y Escobar; Scleibe, Marino y Salvo; Geniol, mi primo Cirigliano, Hugo Bono, el Chino Naranjo y yo. Llegamos a la final con Almirante Brown y perdimos. Ese partido no lo jugué. También fui director técnico del Urquiza, de la primera y de la cuarta… a la cuarta, la saqué campeón invicta.
♦ Con el futbol no se ganaba plata; a lo sumo, cuando había un partido bravo, la agrupación de hinchas nos daba unos pesos como premios. Una vez, le aposté dos pizzas al tano Ottonelli y se las gané. La hinchada me quería, me acuerdo de un tipo que vendía empanadas y que, para vender más, gritaba: ‘Calentitas las empanadas Pichocho‘.
♦ Una vez, un dirigente de un equipo contrario me quiso dar plata para que fuera para atrás… yo le dije: `No, señor, usted está muy equivocado conmigo’.
♦ A los 41 años, jugué mi último partido en el Urquiza. El árbitro me expulsó mal y le pegué una trompada… casi le hago tragar el pito. Me suspendieron por dos años y me fui a jugar, los fines de semana, a las ligas del interior. Pero ya los años no me dejaban correr como antes.
♦ Soy socio fundador del club Defensores de Caseros (Guaminí, entre Pringles y Olavarría). Lo fundamos en unos terrenos que fueron de mi abuelo. La camiseta del club era igual que la de Independiente; por eso, el clásico del barrio era contra Racing de Caseros. Jugábamos en Trenque Lauquen y Pringles; ahí había cuatro, cinco canchas. Los domingos de los partidos era una romería, pero no pasaba nada… donde se armaban unas de piñas bárbaras era en Villa Calabria.
♦ El Defensores de Caseros convocaba a gente de todos lados. Los bailes de carnaval eran bárbaros. Al club le decían La Pulguita. Por unos años, estuvo cerrado y, cuando se reabrió, pasó a llamarse con su actual nombre: Los Latinos.
♦ Toda esta zona – que se llama Capitán Bermúdez – era barro, quintas y hornos de ladrillos. El primer colectivo que llegó era el 14 que iba por Sarmiento hasta Tuyú (actual Garay). En Guaminí y Olavarría, donde está la panadería `El Águila’, había un almacén con cancha de bochas que era de mi tío, ése era el entretenimiento… otra cosa no había.
♦ En Caseros, siempre me dijeron Pichocho; en Liniers Sud me decían Pistolita; en los campeonatos de Villa Lynch, donde jugué para Carga Lacroze, me decían Carriquini…
♦ Yo nací en Pringles y Puan, a mi mama no la conocí; mi viejo, que era ferroviario de la Alianza, falleció cuando yo tenía tres años. Me crió una tía.
♦ Siempre viví en esta zona de buenos vecinos, donde me siento muy apreciado. Una vez venia de trabajar y dos tipos me pararon para chorearme… por ahí, escucho que uno dice: “No pará, que este es Pichocho, dejalo, déjalo”.
♦ Me jubilé, a los 55, como oficial especialista de Luz y Fuerza. Ahora voy a jugar a las barajas a Los Latinos. En la pieza del fondo hay una pieza con los trofeos de los partidos de solteros contra casados. Los solteros nunca pudieron ganar un partido.
♦ A veces me encuentro con algunos de los muchachos del potrero y recuerdo…