Estamos en el Cuartel Caseros de los Bomberos Voluntarios. Las autobombas están estacionadas, prestas al socorro urgente. Es la mañana de hoy, jueves 5 de agosto, una mañana como la de todos los días. Pero no lo es. La tristeza palpita en el destacamento de la calle Rauch, entre Dante y Manuel Bermúdez.
Nos recibe Fernando Vieito, oficial de dotación del cuartel. Está angustiado. Acaba de cortar el teléfono donde alcancé a escuchar que a alguien le decía “no me puedo sacar de la cabeza la imagen de los tres”.
Tres vidas, tres familias, tres mundos que se perdieron antes de ayer mientras intentaban sofocar el incendio declarado en un departamento contrafrente del edificio de av. San Martín al 1300.
Fernando vive desde siempre a la vuelta del cuartel, sobre la calle Dante. Es bombero desde hace más de dos décadas. Estuvo con desesperación haciéndole respiración artificial a dos de las víctimas. A la otra, la vio pasar arriba de una camilla, ya fallecida. Tres compañeros. Eso es lo que no puede sacar de su cabeza a pesar de su experiencia, a pesar de que participó en numerosos operativos de voraces salvatajes.
Nos cuenta que ante el llamado pidiendo auxilio concurrió una dotación integrada por cinco hombres.
-¿Se sabe qué pasó con los tres que murieron?.
– Sólo ellos lo saben, lo demás son todas conjeturas. Hay pericias judiciales al respecto.
Una causa judicial se inició bajo la carátula de “incendio” en la Unidad Fiscal 7 del Departamento Judicial de San Martín, a cargo de la fiscal Diana Mayko.
La magnitud del suceso, subraya Fernando, no tiene antecedentes. Que un cuartel de las características del de nuestro barrio pierda a tres de sus integrantes es inimaginable. El episodio alcanzó repercusión nacional y se multiplicaron los homenajes.
TRES MUNDOS
Pablo Javier Silva
Tenía 47 años. Estaba casado con Alejandra y tenía tres hijos. Vivía en Sabattini y Torquinst. Cumplió 29 años como bombero. Fue dirigente scout a nivel nacional, en Lourdes. Gran colaborador también de la parroquia de Lourdes. Pensante, reflexivo, instruido, tenía tres títulos universitarios. Trabajaba como consultor.
Cristian Damián Ragazzoni
Tenía 35 años, vivía en la calle Triunvirato al 2700. Estaba separado y también tenía tres hijos. “Los amo” fue el último mensaje que les escribió en las redes, sin saber que sería el último. Le decían “El Gordo”. Hacía 17 años que era bombero. El hijo de Mónica y Julio se caracterizaba por “ir para adelante, atreverse, ser guerrero”, en los momentos de prestar servicio para el cuartel. Su padre, Julio, también es bombero en el destacamento caserino. Cristian era subayudante en la Policía Federal.
Héctor Gabriel Fedeli
Hacía más de una década que prestaba servicios como bombero voluntario. Tenía 49 años. Integrante de una familia tradicional de Caseros, residía en Lisandro Medina y Fischetti, junto a Paula, su pareja, y las dos hijas de la mujer. Era divertido, servicial, “cero problema”, siempre dispuesto, de carácter juvenil. Se ganaba la vida manejando un Uber.
EL MEJOR HOMENAJE
Ayer, los restos de los tres fueron trasladados al cementerio de Podestá. El paso del cortejo fue ordenado y saludado a su paso por las distintas localidades, con un aplauso cerrado y respetuoso.
Al regresar al destacamento, los bomberos, con el espíritu destrozado, preguntaron a Fernando Vieito cuándo volvían a prestar servicios.
“A las quince volvemos a estar operativos… es el mejor homenaje que podemos hacerle”, les respondió.