Villa Alianza está limitada por las calles Mitre, Lisandro de la Torre, Urquiza y Perú. En un tiempo, le decían Villa Barullo“porque aquí vivían músicos de la Banda Militar que se ponían a ensayar”.
También le decían Villa Sapo… porque los zanjones estaban llenos de estos bichos”, nos precisó alguna vez Monetti, quien concluyó: “Se llama Villa Alianza por los talleres del ferrocarril”.

Este hombre muy flaco, de bigotes prolijos, anteojos, hincha del Ciclón, había nacido y transcurrido su infancia – junto a sus padres y sus cuatro hermanos – en los alrededores de Lisandro de la Torre (ex Villarino) y Moreno. Fue alumno de la Escuela 38, ubicada en Belgrano y Lisandro de la Torre, donde actualmente se levanta una panadería.

Nos contó: “Mi viejo era control del ferrocarril y, todos los años, además, se iba a levantar la cosecha de maíz, trigo, algodón… Una vez, en el campo, se pescó una enfermedad que casi lo deja ciego. En ese tiempo, mi mamá había puesto un almacén que se fundió de tanto pagar especialistas para atender a mi viejo. Al final, el que lo curó fue un vecino de acá, que le ponía unas telarañas sobre los ojos… cosa de no creer, che”.

Los Monetti también supieron residir en Perú y Mitre, en la casa de los abuelos maternos que tuvieron doce hijos y daban alojamiento hospitalario a los parientes que “estaban pasando un momento jodido”, precisó nuestro entrevistado.

RECUERDOS

“En la calle Méjico, entre La Merced y Directorio, vivía el Hermano José. Era espiritista, se decía… No sé qué hacía pero venía gente a verlo desde la Capital, con unos cochazos bárbaros. Le decíamos El Brujo. Era buen tipo. Cuando llegaba el 25 de mayo o el 9 de julio, hacía limpiar la calle de tierra, la emparejaba con una aplanadora, y armaba fiestas, carreras de sortija… A los pibes, nos daba bolsas con zapatillas, guardapolvos, comida, que le mangueaba a sus clientes. Creo que trabajaba en la Policía, era forense o algo así”.

CLUB VILLA ALIANZA

El Mono (así le decían) estaba ligado estrechamente al club de Méjico y La Merced, institución de la que fue presidente y donde infaltablemente, al atardecer, podía encontrárselo, junto a su hijo Hugo. Cuando era pibe, concurría para jugar al metegol y al ping pong… los grandes jugaban a las barajas (“a los más chicos nos rajaban”), al sapo, billar o a las bochas. La entidad nucleaba la vida social de la Villa y era el punto céntrico dado que en la misma esquina estaban el conocido almacén del Tío Bruno (“se llamaba Alejandro Grossi) y la Sociedad de Fomento Alianza.

“El asfalto, la placita, el alumbrado, el gas, los conseguimos nosotros, los vecinos, trabajando en forma de cooperativa”.
El club – fundado en 1921 – vivió su época de esplendor a fuerza de futbol y milongas.
“Llegó a tener cinco equipos que lo representaban”, recordó Monetti.

La canchita donde se jugaba fue el por entonces potrero donde actualmente se ubica la placita redonda de la Villa y, más adelante, el predio donde hoy se levanta el Chango Más (Urquiza y Suiza).
Monetti supo defender la camiseta roja de la entidad y participó de mil entreveros tanto en Caseros, en los alrededores, o en pagos decididamente foráneos.
En el club también se daba teatro, se organizaban veladas boxísticas y milongas flor.

¡QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!

Tiempos en que el barrio era una invitación a la vida. Las calles eran de tierra y el alumbrado público apenas “la lamparita de la esquina”. Pero la gente sacaba las sillas atardecer, había mariposas y los domingos al mediodía tanto el humo del carbón prendido como el olorcito a asado derrotaban al perfume potente de las madreselvas. Tiempos en que los muchachos defendían el honor de las chicas lugareñas ante el avance enamoradizo de los forasteros. “Les hablábamos y les decíamos ¡ojo con esta piba, eh!… mirá que es mi prima, mi hermana o vive a la vuelta de casa”.

Tiempos en que todos se conocían y los apellidos que se repetían eran los Parra, Gorgolizzo, Gándola, Cordone, Granda, Fumagalli, Martirena, Milanessi, Mattiaccio, Corradi, Amago
Monetti fue obrero de la construcción. Decía: “Empecé como peón y me jubilé como capataz”. Y resaltó: “Trabajé en edificios altos”.
El hombre, muy querido y conocido en el barrio, fue fumador y nostálgico empedernido. Se le nublaba la mirada cuando evocaba tiempos idos.

“Acá, en el club, hacíamos asados para 300 personas para festejar cada aniversario. Al club lo levantamos entre muchos. El terreno se le compró a María Gándola. Don Nicanor Cabeza, el dueño del corralón, nos fio todos los materiales… El ajedrecista inglés Stewart, el pintor Gerardo Granda, el poeta Julio Luque fueron vecinos de Villa Alianza”.

“No había chorros y los que había, cuidaban que acá nadie robara. Para fin de año, se sacaban las mesas a la calle y todo se compartía”, recordó entre otros recuerdos. Y agregó casi susurrando: “Extraño esa época… la extraño mucho… a todos los muchachos de antes… y bueno, es la vida”, concluyó.

Oscar Juan El Mono Monetti estaba casado con Matilde Barbieri y residía en la calle Nuestra Señora de La Merced, entre Lisandro de la Torre y Roma, en la Villa Alianza de toda su vida. Falleció el 17 de marzo de 2019, a sus 87 años. Es un recuerdo entrañable en la historia de este rincón de Caseros.