Fue en la década del ’90 que un grupo de profesoras del instituto Beato V. Grossi se atrevieron a interpretar una serie de skechts con el objetivo de entretener y homenajear a los alumnos en el Día del Estudiante.

Tiempo después, las docentes decidieron dar un paso más audaz y representar una obra completa: “Las de enfrente”.  La respuesta de los escolares fue tan gratificante que les alentó a crear un grupo de teatro vocacional al que denominaron “Por amor al Arte”. Y la cosa empezó a ponerse seria (en el buen sentido).

Cada año, el grupo fue elevando la apuesta, desafiándose con obras más complejas. La satisfacción ya no provenía sólo de la aprobación de los alumnos, sino de la auténtica superación personal. La expectativa crecía con cada nueva producción y los estudiantes ansiaban descubrir la próxima obra que sus profesoras llevarían a escena. Fue así que lo que había comenzado con representa-ciones sencillas y vestuarios modestos se transformó en producciones ambiciosas.

Ya las docentes no se conformaban con lo ordinario; su exigencia era superarse a sí mismas y sorprender a su público.  Personajes dramáticos y cómicos cobraban vida en el escenario del Grossi, hechizando a alumnos que apenas podían creer que las protagonistas de esas escenas eran las mismas que impartían lecciones, les tomaban lista e, incluso, los reprobaban y mandaban a marzo.

El año 2003 marcó un hito para el grupo. Se atrevieron con “Drácula, el musical”, incorporando música electrónica, efectos de humo y ¡hasta luces psicodélicas!. El éxito fue tal que la demanda llevó la obra más allá de los límites escolares, presentándose en escenarios externos. Fue así que cada obra estrenada ante el alumno se repetía para el vecindario. La participación de los hijos de las profesoras agregó frescura y desparpajo al elenco, consolidando aún más la leyenda de “Por amor al Arte”.

Sin embargo, esta historia no sólo se construyó con entusiasmo y ovaciones. La magia se iniciaba durante las vacaciones de invierno, cuando las actrices se reunían para elegir cuál sería la próxima obra. Los debates eran apasionados, intentando siempre superarse cada vez más.

La escenografía y el vestuario eran parte fundamental del proceso creativo. Desde la mecedora de la abuela hasta la lámpara del comedor de mamá, todo estaba al servicio de la obra elegida. Todavía se recuerda el momento en que subieron ¡a un caballo de verdad! (obra: “El herrero y el diablo”) al escenario recoleto del establecimiento educativo, desafiando los límites y la paciencia cómplice de las autoridades escolares.

El ritual previo a cada función revela  la unión / devoción del grupo. Antes de entrar a escena, tomadas de la mano, en silencio, las profesoras compartían un momento de reflexión y oración. Al concluir el rito, el grito de “¡No tenemos límites!” resonaba en el colegio, recordándoles que su pasión y dedicación no conocían barreras.

Así, a lo largo de los años, el grupo teatral del Instituto Beato V. Grossi construyó una leyenda que trascendió las aulas y llegó al corazón de la comunidad. “Por amor al Arte” no sólo era un nombre, sino un compromiso inquebrantable con la excelencia artística y la alegría compartida. Su historia, décadas después, continúa siendo recordada tanto con admiración como con cariño: los ex alumnos del Grossi, al cruzarse en estas calles de Caseros con aquellas docentes, rememoran con entrañable afecto esos felices momentos compartidos.

 

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